¿DESENGAÑO O RECONCILIACIÓN?
Desengaños fue el seudónimo de un español notable llamado Wenceslao Emilio Retana, nacido en Boadilla del monte (Madrid) en el año 1862, y uno de los responsables más importantes de la preservación del legado tanto literario como histórico y cultural español en Filipinas. Gracias a su labor como autor y catalogador de incontables documentos antiguos, este madrileño afincado largo tiempo en Filipinas, militar de profesión y sociólogo, consiguió obtener reconocimientos importantes, tanto en sus artículos (publicaba en el Diario de Manila todavía allí por el 1904), como por su labor documental, recuperando textos, ensayos y tratados, enjaezándolos en compendios escritos por él mismo, en los que destacan más que pruebas históricas ser documentos que expresan el carácter y la forma de vida del pueblo filipino antes del desastre del 1898. Tales son "Transformismos: diálogos con un bago" (en el que realiza una crítica antiespañolista acerada, narrando la forma de actuar del colono recién llegado a las islas en busca de fortuna), o "Historia Global de Filipinas" en cuanto a la dimensión histórica, pasando por ensayos sociológicos, donde se mezclan el folclore y cultura originarias de las islas con la perspectiva y visión española de narrarlas ( ver "El indio batangeño").
Sin dejar en el limbo los estudios de Retana, situémonos en las causas y los efectos que nos han llevado a la situación actual que vive el castellano en Filipinas. Al hacerlo, encontraremos una fuente casi inagotable de documentos y testimonios de la presencia de la lengua castellana en las islas, que empezaron con el desembarco de Legazpi en la isla de Cebú en el año 1565, creándose allá el primer asentamiento español. Paralelamente a dichas fechas, cabe reseñar lo irregular en el Sistema de tasación indígena, provocando bastantes tensiones entre los pueblos isleños y los conquistadores españoles. A finales del siglo XVI y principios del XVII, y con el fin de llevar las enseñanzas cristianas como elemento integrador y, al mismo tiempo, disuasorio para servir de punto de apoyo a la posterior colonización de los nativos, se redactaron informes anunciando lo difícil de entenderse con las diferentes tribus dado que existía toda una gran y extensa variedad de lenguas y dialectos que hacían casi imposible el aprendizaje de la cultura y lengua españolas, al menos a corto plazo. De ello se quejó el jesuita Francisco Ignacio Alcina (1610-1674), cuando a la hora de realizar Artes y Vocabularios sobre estas lenguas, igual que otros gramáticos, se encontró con la dificultad de establecer claras fronteras entre las numerosas lenguas y dialectos, a lo que tuvo que sumarle la dificultad que entrañaba la tarea de documentar y describir su mayoría, al ser lenguas orales y no escritas. Otro problema era la tarea de documentar medio la catalogación del extenso vocabulario existente, tarea que se volvía más complicada, ya que de una isla a otra podrían sucederse más de 1.000 o 2.000 vocablos nuevos, proporcionado así una ardua tarea de la que los primeros colonizadores, y especialmente los clérigos y misioneros tuvieron especial celo en estudiar, medio por el cual la lengua castellana pudo hacerse su sitio en tan enmarañada jungla lingüística. En el tratado Tesoro en dos tomos de toda la Lengua bisaya en que se ajustan casi 20 mil palabras en toda su extensión, etc., el propio Alcina alude explícitamente a esta última obra en la Historia:
(...) en espacio de más de 24 años he juntado y apurado, aunque confieso que no acabado de ajustar, en un tesoro que tengo hecho de esta lengua casi veinte mil palabras, y se me habrán sin duda pasado muchas de ellas (...)
El tagalo, idioma oficial junto con el inglés en Filipinas, en la actualidad, presenta más 2.000 palabras que son originarias del castellano. Los fonogramas de esa lengua proceden del sánscrito, contribuyendo a crear una escritura silábica denominada baybayin. Véase el ejemplo siguiente:
tagalo castellano
úpang por qué
úsap hablar
walá no
En la traducción simultánea del tagalo al castellano se aprecian algunas sinalefas y cuestiones semánticas que abordaremos más adelante.
En la Constitución de 1987 la denominación que se le dio al tagalo y a las diversas variantes lingüísticas que lo integran fue la de Filipino. Asimismo, con la creación de una nueva lengua, se continuó, ahora con unas Filipinas libres de colonizadores y postcolonizadores, con la tradición y formato americano de ver la sin par situación Filipina. O dicho de otra forma, la negación no hace la regla. Ya que aunque la facultad humana, y en este caso política, de negar una realidad social como es la coexistencia castellana en la lengua "Filipina" de hoy provoca desunión pero no la eliminación de la misma, al ser un formato más propio de la unión de diversos dialectos que una lengua normalizada en su fuero interno, sus vínculos históricos no quedan por tanto, eximidos de la misma. Y el castellano como lengua y sustrato lingüístico propio del Filipino no queda exento de ello. No obstante, la influencia secular previa a la revolución del 1896, la permisividad de los liberales cómo sucedió en Cuba y Puerto Rico para con la esclavitud, el poco protagonismo de España en consolidar una buena política lingüística en Filipinas y los desmanes cometidos por los colonizadores en sus comienzos y posteriormente (ver la muerte de José Rizal), unido con unas raíces independentistas propias de muchas colonias americanas durante todo el siglo XIX, es causa probable de la extinción del castellano como lengua integrante de las islas. Pese a que el bisayo, como antes se ha dicho, posee una semiología extensa que viene del castellano, José Villa Pañganiban, antes director del Institute of National Language, señaló que 5.000 palabras tagalas son de origen español; aunque la aparición del inglés y el destierro del castellano como lengua oficial, han hecho mella en la lengua filipina. Empero, aún existe en tagalo un número importante de vocablos procedentes del castellano. Véase aquí una clara muestra de ello:
Saanto un tulangtulangan dagiti abagatayo
kasta conocí a un saanto un natangsit dagiti CIMI
no di siaayat a mangsirmata no ania
naimbag un biag ti.
Nalakanto un maawatan no
ania makaparagsak kadatayo ti:
dagiti nakaridridam un nasapa o nga-ORA
un kaduada ti daton ti linnaaw
ITI ngudo dagiti bulong ti ti,
Berde tapno maawis ti suerte
fung shui ti ITI daytoy un tawen bao ti
ken dagiti bulok, nalabaga
tapno mapadisi ti dakes
kadagiti mangpabpabisin kadatao
ITI taraon un naimbag
un maited koma ti kararua ti ili:
regta ti un mangipukkaw ITI
"Iringpas dagiti merkader
ITI masakbayan un ditay munición! "
En este extracto de poemas en "tagalo" del weblog "DALIGCON JOURNAL", del escritor Aurelio S.Agcaoili, podemos ver muchas palabras "prácticamente idénticas" que no sólo provienen del español sino que son propias y utilizadas en la lengua española actual.
Asimismo cabe reseñar, tal como decíamos, y tal como podemos encontrar en el ejemplo del poema que, la existencia de los fonemas (e, o) no existían en las islas antes de la entrada de los españoles, ya que al proceder los dialectos y lenguas procedentes de la familia malayo-polinesia, sólo poseían de los sonidos vocálicos (a, i, u). Por no mencionar la unión de sonidos consonánticos o dígrafos, por ejemplo el (ng), que algunos críticos americanos han aludido a la convivencia de unos colonos portugueses establecidos en la región de Zamboanga y Cavite, planteándose ser una degeneración del pronombre (na), de uso común en la lengua portuguesa arcaica. Pero eso es falso ya que se ha comprobado que dicha unión consonántica proviene de la misma estratificación del tagalo, producto de su inmersión asiática y en este caso de dialectos cantoneses y malayos fruto de invasiones sufridas durante siglos, mucho antes de la llegada de los españoles. Pero eso no fue causa de desafuero para políticos usenses como el General Dean C. Norcester que, gracias a su intervencionismo como presidente del WASP (White Anglo-saxon protestants), secretario del interior y vicegobernador estadounidense, durante el periodo comprendido entre los años 1906-1912, agrupó esfuerzos para hacer posible la eliminación de un número importantísimo de hispanismos que existían en lengua tagala, facilitando un proceso degenerativo de la lengua bisaya a favor del inglés, que se conoce como el genocidio del español en Filipinas. Pero no es sólo por la influencia anglófila que el español está mal visto en las islas. En textos asiáticos antiguos podemos encontrar pruebas claras de ello. Asimismo, el filtro cultural chino, hecho de mucha relevancia debido a la escasa distancia geográfica que los separa, y no por menos al factor comercial; para ellos, hecho que hicieron ostensible a otras etnias de índole asiática, los europeos tenían asignado el eslabón más bajo de todos, porque eran aventureros, no leían ni hablaban chino y tampoco tenían interés en ofrecer regalos a los representantes imperiales como prueba de sumisión. Por ese mismo carácter altanero les valieron las primeras descalificaciones, ya sean de un claro carácter exótico o simplemente denigratorias, tal como manifestaron de los españoles de Luzón en 1618:
"Tienen un color oscuro de piel, asesinos, ladrones, pendencieros...Tienen la cara fiera, pelo descuidado, una gran nariz prominente y les huele el aliento...; son mentirosos, traidores, alcohólicos y extremadamente arrogantes".
Eso trajo dos consecuencias dignas de destacar: por una parte la brevedad y connotaciones negativas que sobre la cultura española se hacía referencia en los textos chinos, y la desconsideración que estos tenían hacia nosotros. Pero ni los chinos ni los norteamericanos tuvieron una fuente documental tan valiosa y concluyente sobre las Filipinas como la que poseemos los hispanistas, y más aún los colonos que las catalogaron. De este modo, ya entrado el siglo XX, los norteamericanos, al buscar documentos para publicar una historia de Filipinas, se encontraron que los historiadores usenses no disponían de buenas fuentes de consulta en dicho ámbito.
Pero centrémonos en la realidad actual, y hagamos una reflexión rápida del último siglo hispano-filipino. Para hacerlo, antes, citaré un texto en el que se elogia a Retana, ya que es imposible alcanzar a comprender este artículo igual que la historia lingüística de Filipinas, sin recaer la atención a aquellos que hicieron posible que hoy tengamos la información necesaria para poder hacer consideraciones sobre estos términos:
“Casi todo el material bibliográfico de Filipinas, sean sus fuentes manuscritas o impresas, debiéronse a plumas castellanas y hállanse casi todas en España, por imperio de las circunstancias que a nadie se ocultan, no será mengua de nadie que, de cuantos se han dedicado a estas ciencias y que, por ende escribieron en castellano, el primer investigador de historia y bibliografía de Filipinas, sea el Sr. Retana... En la riquísima serie The Philippine Islands, sus editores no pocas veces disintieron de sus dictámenes, pero tuvieron el buen acuerdo de utilizar libremente el material dejado por él... el Aparato es la mayor obra de bibliografía filipina que existe, y la más importante fuente de estudio sobre impresos, que justifica harto razonablemente el título Aparato Bibliográfico de la Historia General de Filipinas. Pero si para el filipinista este libro constituye un monumento de excepcional importancia para el bibliógrafo en general no vale menos: el juicio que ha merecido a la Real Academia de la Historia de Madrid, es concluyente, la sabia Corporación se deshace en elogios, los más subidos, y acaba por proponer al Gobierno de S. M., que premie al Sr. Retana con una recompensa extraordinaria.”
Después de la derrota española y la pérdida de las posesiones españolas en Filipinas, y a razón de la misma etapa revolucionaria del 1896, aparecieron toda una serie de hispanistas, tanto españoles (ya hemos visto el ejemplo de Retana), como filipinos que creían en la conservación de la lengua castellana como factor integrador de las lenguas naturales de las islas.
No obstante, el producto revolución filipina más ayuda norteamericana sirvió como excusa para una posterior postcolonización, desembocando en el primer tercio del siglo XX en una guerra civil cruenta que se saldó con una masiva implantación de la cultura y lengua anglófonas. Aunque el español mantenía su status de cooficialidad (salvo su prohibición del uno de Enero de 1911 en materia administrativa); a partir del final de la segunda guerra mundial, trusts como la Metro-Godwyn-Mayer (que promovía un uso único de la lengua inglesa sin subtítulos en castellano en todas las películas de cine que se estrenaban en Filipinas), así como por un medio de escolarización seudoamericano, en la que la enseñanza del español fue prohibida en las aulas provocaría la eliminación progresiva del español. Con los gobiernos dictatoriales como el de Ferdinand Marcos en los setentas (ver la Constitución del Moral del año 1973, en la que existían sólo como idiomas oficiales el tagalo y el inglés), y la promiscua diversidad cultural y religiosa, así como por la fuerte oleada de inmigrantes chinos llegados a partir de los ochentas sumado a la fuerte americanización de la forma de vida y carácter patriótico del pueblo Filipino como todo país descolonizado y una falta de interés inmediato y directo que sirviera de punto de apoyo para una mayor preservación de la lengua castellana en las islas, provocó lo que todos esperábamos.
La lengua castellana, pese a que muchos digan que era de uso minoritario en Filipinas durante la colonización española, era hablada y enseñada, salvo a grupos de nativos y moros, a más del 80% de la población de las islas, incluso en Sabah. Prueba de ello es la aunque minoritaria, sólida literatura española escrita en Filipinas, con obras líricas como "El Parnaso Filipino" datada del s. XVIII y escrita por Luis Rodríguez Varela, un criollo. Tampoco podemos desdeñar la influencia de G. Antonio Luna o el mismo Rizal, que recrearon un verdadero romanticismo en el archipiélago, allí por finales del s. XIX, escribiendo odas, sonetos y cantos patrióticos que han hecho mella en autores ya contemporáneos como Jesús Balmori.
Y hay más; a razón de la independencia de Filipinas y en la medida que a partir del año 1900, el gobierno estadounidense implantó las primeras escuelas en las que se enseñaba inglés como lengua obligatoria, se dio el caso, tal y como aludió el mismo Director de Instrucción, Mr. David P. Barrows que, al margen de la enseñanza de la lengua inglesa, había cada día más hispanohablantes. A lo que en 1916, el escritor y abogado Don Tirso de Irrureta Goyena, hace la siguiente observación en el capítulo titulado 'El Castellano, Único Idioma Nacional' de su libro "Por el Idioma y Cultura Hispanos", Imprenta de Santo Tomás, Manila, 1917:
"Hay una minoría de filipinos, descendientes de individuos de raza española que tienen el castellano naturalmente como idioma propio y casi por decir único." "Hay algunas localidades donde filipinos indígenas, de pura raza nativa, como Cavite, San Roque, Caridad, Zamboanga, y aun muchos de los que en Manila y en otras capitales importantes viven, que no poseen asimismo otro idioma que el castellano más ó menos adulterado." "Y, los mestizos de americanos son una minoría microscópica, en muchos de cuyos descendientes, se ve el curioso fenómeno de adoptar el castellano ó alguno de los idiomas nativos, dejando por completo el idioma inglés."
Por desgracia, al fin se impuso el idioma inglés frente al castellano ya que con el fin del uso del español en las instituciones y el favor gubernamental de las dos lenguas (inglés y tagalo), como propias y únicas, consiguió así apartar el castellano de la vida pública como era habitual. Consecuencia final de todo ello fue el acuñamiento por todos los círculos hispánicos como residuo del español que se hablaba en las islas antes de la ocupación norteamericana, un dialecto, el CHABACANO, al que se le denomina también como lengua de tienda o de calle y que, por culpa de la desintegración del castellano en Filipinas producto de la falta de inmersión lingüística y desatendimiento por el mismo gobierno insular, es desterrado filológicamente para procurarse como lengua final hasta por los mismos hispanófilos. Y es que, ciertamente, esta variante idiomática, cuya definición exacta por la RAE que es doble: 1. adj. Sin arte o grosero y de mal gusto. y 2. m. Lengua hablada en las ciudades filipinas de Zamboanga, Basilan y Cavite, en la que predomina el vocabulario y las frases españolas sobre una estructura gramatical tagala o bisaya; no es precisamente propensa a grandes elogios. Este "español aguado", como lo denominan algunos críticos, es el último reducto existente del español que se habla en Filipinas.
Según un censo de 1995 lo habla el 22,47% de la población de la provincia de Cavite mientras que en Cavite ciudad lo habla sólo un 3,5%. Ahora bien, si calculamos todo el número de hablantes de esta "lengua" en todo el territorio Filipino incluyendo la isla de Sabah, obtenemos un cómputo global de 619.200 de hablantes. Ello en un país que tiene cerca de 100 millones de habitantes, o sea, de un 0,7% del total.
Por todas estas cuestiones debemos decir que la actual situación que se tiene a la hora de tratar el problema hispanista en Filipinas es incorrecto. Es imposible querer reivindicar un idioma que ya no se usa, y más aún si el estado Filipino no lo favorece. No se puede ir a contracorriente.
Hace poco tiempo, salió publicado un edicto por el cual (aunque no modifica el artículo XIV de la Constitución del 1987 en materia lingüística, en la que se sateliza el español a una lengua optativa y casi "inferior" a las dos habladas y oficiales, emparentándose con los mismos derechos que el árabe), que facilitaba el estudio del castellano como materia optativa en 17 escuelas y otras tantas universidades en un país que cuenta con más de 10.000 centros docentes. Eso más parece un experimento científico que un método para solventar la cuestión idiomática. Y es que el gobierno no la quiere solucionar, lo cual excede en un problema de grave importancia.
Todos los países que han tenido una época de restricción o pérdida del uso de su lenguaje originario (véase el ejemplo de Cataluña), han hecho posible la degeneración del idioma, creando coloquialismos, mezcla del idioma de parentesco o familiar con el que es oficial que, al abogar el órgano político en su favor, ha requerido una posterior normalización lingüística de alto voltaje.
No creo que el chabacano pueda llegarse a normalizar o lavar "filológicamente" como debería, culpa de la política lingüística pro-americana de Filipinas. No obstante, y haciendo una comparación similar, si me permiten expresarlo así, en el año 2006, en Cataluña se aprobó un referéndum a favor de una modificación del Estatuto de Autonomía Catalán. Dentro del texto refundido del que se compone dicho documento y en su particular, del art. nº 6 de su Título preliminar, existe una petición a favor de un derecho de cooficialidad de una lengua, el Aranés, que no es más que el retoño de lo que otrora fue una lengua que posee más de mil años, es decir, el occitano, o más comúnmente llamado "lenga d’òc". Asimismo, el estatuto proclama unos fueros y derechos particulares para la preservación de la lengua, historia y cultura, así como de un Régimen especial para el territorio de la que es propia, el Valle de Arán. La ayuda de la política para fomentar la lengua es muy importante, pero lejos de ser imprescindible es un medio y no un fin en sí mismo.
Filipinas es una república presidencialista que tiene una fórmula de institucionalismo muy parecida a los EEUU, pero en sí es una democracia, con lo que el pueblo tiene derecho a poder expresarse en libertad. También existen todo una serie de derechos inalienables que le son propios a su ciudadanía, ya sean en materia de cultura, religión o lengua. Asimismo, también existe un reconocimiento por la herencia patriótica e histórica de Filipinas, a la que todos tienen derecho a saber y que les es obligatorio aprender, y que se les inculca a todos los filipinos en las aulas de forma gratuita hasta los 12 años. A lo que, para acabar, decimos también que las fichas de escolarización están redactadas en inglés, que es la lengua oficial en materia administrativa y judicial. Por tanto, querer ejercer presión por los círculos hispánicos como único método para "conquistar" un mayor fomento de la lengua castellana en las islas es un gran error. En lugar de ello, y como el castellano no está prohibido, es más, es de enseñanza opcional en las escuelas, yo propondría lo siguiente:
1º) Crear unos certámenes literarios en castellano de carácter nacional para todo el territorio Filipino a realizarse cada un o dos años, con la entrega de diferentes accésits, premios y otros en poesía, cuento, novela, teatro y ensayo, medio una esponsorización de diversas editoriales españolas que permitan a los ganadores y/o concursantes que posean mayores cualidades literarias tener capacidad de promocionarse en otras latitudes.
2º) Crear unas ferias interculturales (en este caso literarias), para dar a conocer autores que escriban en castellano, tanto dentro como fuera de Filipinas.
3º) Creación de una revista cultural y literaria Filipina bilingüe, en tagalo y en castellano, que publique textos de autores filipinos conocidos o desconocidos en ambas.
4º) Crear escuelas de escritura y de teatro para la obtención de nuevos actores y escritores. Hecho que tiene doble vertiente: UNA, promover e incentivar la escritura en castellano y su aprendizaje, reutilizando el español como lenguaje oral y DOS, por ser un vehículo formativo, laboral y académico más, cosa muy necesaria en los tiempos que corren.
5º) Continuidad en el hermanamiento de ciudades españolas y filipinas. Es algo que se está dando desde hace años. Así mismo ocurrió con el municipio de Zumárraga (País Vasco), lugar de nacimiento de Legazpi, que está hermanado con la ciudad de Legazpi (en la isla de Albay) y de Tagbilaran (en la isla de Bohol), como prueba directa que, ante todo, el respeto y el humanismo de la sociedad globalizada actual acortan las distancias, por muy largas que sean, y más aún si existen nexos comunes.
Algunos pensarán: ¡Eso no va a solucionar nada! Pues déjenme decirles algo. En Cataluña, se creó en el último tercio del siglo XIX, unos certámenes denominados "Jocs Florals" (Juegos Florales). Ese hito suscitó un movimiento cultural llamado "La Renaixença", o sea, el Renacimiento, que significó una nueva época para la historia de ese país, que a día de hoy, después de poco más de cien años, podemos decir que en Cataluña existe (tanto en castellano como en catalán), una producción editorial de las mayores de España, por no decir que se realizan más de doscientos certámenes literarios al año y ser una Comunidad Autónoma en la que la cultura forma parte integrante del carácter mismo de la población. Y todo eso libremente, de forma espontánea, como es y debe ser.
En el Ateneu Terrassenc, asociación y ateneo cultural del que soy miembro de su junta directiva y jefe de su grupo de literatura, el GLAT, existe una breve inscripción en catalán en nuestro logotipo: "La cultura fa els pobles lliures". En este caso, diría que la cultura más que hacer a los pueblos libres hace de esos hombres y pueblos, libres de usarla a su antojo como personas libres que son. Es eso mismo debería ocurrir en Filipinas. Ya sea chabacano o tagalo, o cualquier dialecto del Joló o Mindanao, el idioma Filipino presenta una clara y extensísima procedencia del español en su vocabulario. La gramática de este idioma es varia y carece de los recursos expresivos que ofrece el castellano, pero posee algo del castellano de lo que del inglés carece: Vocabulario. Sí, de eso se trata, de un vocabulario que a día de hoy todavía no se ha extendido, plagado de infinitivos, nexos sintácticos y otros que definen al castellano como un sustrato lingüístico de esta lengua. Sólo falta potenciarlo para que vuelva a salir a la luz. Y saldrá. Todo depende del método que se use para ello. Y ese método tiene que ser estrictamente cultural, del que toda disposición política o sociológica debe ser eliminada ya que sólo de un modo libre y voluntario los filipinos podrán recuperar la riqueza lingüística de un idioma como el castellano, que posee cerca de seiscientos millones de hispanohablantes en todo el planeta, y que les es propio de su lengua vernácula. No digo con eso que el chabacano se deba olvidar. Es más, se debería estudiar, del mismo modo que el Aranés del Valle de Arán; pero no usarlo como un reducto de resistencia de las reminiscencias del español que queda en Filipinas ya que este no es el verdadero español sino un dialecto de los muchas que quedan en Filipinas que ha mantenido más lazos con el castellano que los demás. En sí lo que planteo es la integración de la lengua castellana como una lengua de gran relevancia internacional e importante de aprender por la población filipina más aún por la historiografía idiomática que ella misma posee en Filipinas, pudiéndose hacer por ello copartícipe de una lengua que no le es ajena y a la vez potenciar una lengua que le permitirá "relacionarse" económica, cultural y socialmente con casi un tercio del mundo. Ese debería ser uno de los retos del pueblo Filipino ya que negar la realidad sólo lo hacen los incultos, y valga decir que a Filipinas cultura no le falta en absoluto.
No es mi intención adoptar una postura antinorteamericana, pero cabe temer al destino, y es que hoy podamos decir libremente que menos de cien años de monopolio estadounidense en filipinas ha recabado en la destrucción casi total del castellano en las islas como fruto de más de cuatrocientos años de trabajo da miedo. Pero más lo da que una lengua se auto-maltrate así misma, desconociendo de dónde viene por simples cuestiones político-patrióticas. El filipino y el castellano son lenguas afines; el no reconocerse entre ellas es negar su propia existencia. El castellano no nació de la nada, ni tampoco el inglés americanizado que se habla en Filipinas. Ambas fueron lenguas que adoptaron una estructura morfológica que las ha determinado hasta llegar a ser lo que son hoy en día. El estadounidense nació de la unión del francés, inglés, irlandés y escocés, por no hablar del español, que ha conseguido establecer en el oeste un inglés diferente del que se habla en la costa este de los EEUU. Igual sucedió con el castellano, o como muchos erróneamente dicen, aunque a la hora de hablar "internacionalmente" se utiliza, el "español". Este posee palabras del maya, azteca, inca, catalano-valenciano, astur-leonés, árabe e incluso hebreo. Y eso no es más que el sustrato semiológico de siglos de invasiones de pueblos y civilizaciones diversas que entraron en contacto con nosotros, ya sea pacíficamente o por la fuerza de las armas. Negar eso sería cometer una gran ignonimia histórica. A lo que, para acabar me hago la siguiente pregunta: ¿Es bueno quedarse en el "desengaño" de Retana y en el hermanamiento de Zumárraga con Legazpi como "reconciliación" hispano-filipina?
Entre desengaño y reconciliación escojo una tercera vía posible: "LA ILUSIÓN". Ilusión de pensar que existe algo mejor de lo que tenemos, porque creo que tanto Legazpi como Retana así lo hubieran querido. Y si no es así, ellos lucharon por nada, y creo, estamos en condiciones de crear algo mejor, ya que las circunstancias actuales determinan y hacen factible dicha posibilidad. Por tanto, ¡hagámoslo! Porque si no lo hacemos todo el trabajo hecho no habrá servido de nada, y todos los hispanistas o literatos que amamos la riqueza lingüística habremos fallado en nuestro cometido.
Ángel Brichs Papiol
escritor y crítico de literatura
creador del movimiento "Neomodernismo literario"
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HISTORIA DE LAS GRAMÁTICAS Y DICCIONARIOS
PARA LA ENSEÑANZA DEL ESPAÑOL COMO SEGUNDA LENGUA:
EL CASO DE FILIPINAS. Joaquín Sueiro Justel Universidade de Vigo
Col·lecció Llengua, immigració i ensenyament del català, núm. 10
EL TAGAL, ESTUDI COMPARATIU ENTRE DEL CATALÀ I LA DEL TAGAL
de Lluïsa Gràcia, Grup de Lèxic i Gramàtica, Gabinet d’Assessorament Lingüístic per a la Immigració, Universitat de Girona, Generalitat de Catalunya, Departament de Benestar i família
Revista Complutense de Historia de América, nº 18, págs. 133-142 Ed. Complutense, Madrid, 1992
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