«[...] El saber que no somos como los demás y esa mezcla de querer-y-no-poder. Muchas veces empezamos no dando la nota. Siendo siempre la calladita y tímida del colegio. Hasta que te das cuenta que los demás no muerden, y que tú tienes unos dientes hermosísimos.
Y mordemos. Pero luego no sabemos parar las hemorragias ni que los demás muerden a matar. Es entonces cuando empezamos a observar todo lo que nos rodea. Nos gusta y lo aborrecemos casi a partes iguales. Unos se tragan las palabras y no las vomitan en su vida, y otros las empiezan a digerir. Y escriben. Y crecen, aunque nos duela, crecen. Porque es agradable ver cómo hay alguien que lo ha pasado tan jodidamente mal como tú lo has hecho en tiempos. Por supuesto que sé el final de la historia, pero no me quiero poner maternalista, más que nada porque llevo seis cervezas y mi cerebro ya no asume nada. Y menos dar moralejas. Cerraré el ordenador pensando lo que siempre hago cuando leo a Awi, y es que me recuerda-tanto-a-mí... Que no me queda otra más que amarla [...]».
(La niña de las Naranjas, prólogo; página 8)
El libro-blog, todo un híbrido literario que aún no ha llegado a la pubertad, es algo así como una adaptación autocopiante de lo que ya se ha leído en formato html; un ejemplo (como vemos en el caso de Bañares) de lo que el «fenómeno blog», en cuanto a la satelización de la escena social-literaria, quiere dar a conocer. Ante todo, una nueva herramienta que hace de la escritura algo más que una fuente sociológica de nuestra existencia; un estado de ánimo que hace entendernos, quizás, un poco más. Y todo ello, rezando dentro de una narrativa experimental, aun en una cierta línea entre el underground o la metaficción, y el biópic más convencional. Una forma de incursionar dentro del estilo de vida y pensamiento de la generación @, lo que nos ayuda a entender algo más el mundo de lo visual en el que vivimos:
«[...] He aquí La Niña De Las Naranjas:
La más grande.
El exponente máximo, máximo exponente, del egocentrismo
más explícito.
Hipocondríaca y Feliz.
Vivía Feliz la Sirena con SIDA.
Como lo siento ajeno a mí, lo quiero más.
Me dan ganas de arrancármelo y guardarlo en un tarrito
de cristal.
Para sacarlo de paseo y presentarlo en sociedad:
He aquí mi corazón, reemplazado por un vibrador.
Se ha dormido, se ha ido [...]».
(La niña de las naranjas, fragmento del poema Insensible; página 9)
Frente al esnobismo calculado que traspúan sus relatos, esta obra ofrece un cariz muy real, en la que se reflejan las —a veces, e inverosímiles— reflexiones de toda esa generación que ha hecho de las redes sociales un medio de vida. Un apoyo logístico que ha visto nacer un nuevo género literario (aún sin catalogar), pero conocido por todos nosotros (el blog). Un ensayo econarcisista que vierte en ese nuevo canal que es Internet, toda una serie de experiencias, a menudo cargadas de un gran egocentrismo pero que conlleva, explícito, algunos capítulos de gran agudeza sentimental, donde se pierden todos los miedos y nos desinhibimos por completo.
El libro, en su contenido, pese a las numerosas paráfrasis sin sentido y veleidades bordadas en una sucesión de temas dispares sin orden ni control, se añaden junto con el proceso de «cortar y pegar», en toda la literalidad del término, llevando al mundo del libro neologismos, locuciones y conceptos que solamente vemos en la red (como vemos en el Epílogo, con la inserción íntegra de un mensaje recibido por E-mail, las fotos que visten el blog original de la autora, o conceptos crípticos como Photofinish o Follamigo).
Preceptos muy a tener en cuenta en este «género saliente», el cual, dado su liberalismo, está sujeto a un número insospechadamente indeterminado de mutaciones, en su mayoría subproducto de un individualismo prejuicioso que todo lo envuelve y, que, a su tiempo, es el argumento suficiente para definir esta sociedad súper monopolizada y altamente competitiva en la que vivimos. Y el colmo de todo ello podría resultar ser el poema de Bañares Over Me, que, sin duda alguna nos lleva a esa soledad categórica, fruto del desánimo provocado, en parte, por nuestra rutina diaria; una singular característica de esta «generación perdida» que ha visto de lejos a Remington Steele, odia a Pipi Länstrum y recuerda, con nostalgia, a El club de la lucha:
«[...] Siento el calor de tu cuerpo.
Ardes.
Y yo tengo tantísimo frío...
Al cerrar los ojos sólo veo lucecitas de colores,
pequeños destellos, puntitos diferentes que se mezclan
y rehúyen.
Continuamente, van y vienen.
Esta cama está helada. Todo mi cuerpo tiembla, y me agarro a ti.
Tengo tanto frío que apenas siento mi cuerpo.
Sólo somos mi mente y tú.
Sólo te siento, y ni siquiera eres tú.
Estás en mí, pero estás ausente.
Estás en mí: desapareces[...]».
(La niña de las naranjas, poema Over Me; página 11)
Compartir nuestras vidas, de forma indiscriminada, es un precepto de esta generación de bloggers, treintañeros con una fuerte dosis de cultura en la mollera y un empleo deficiente con el que no suplen ni un 20% de sus expectativas vitales (en cuanto a su formación académica se refiere); chicos(as) que necesitan de un terreno más amplio en el que dar rienda suelta a sus temores, y deseos, una autopista de seis carriles por banda con tránsito fluido y libertad total para adelantar y acelerar. Ello lo han encontrado en Internet, y el vehículo que conducir, el blog, el medio por el que darse a conocer y expresarse sin trabas.
Y autopublicar es algo que siempre está sujeto a una ineludible dosis de autobombo y egocentrismo exacerbado, al tiempo que aflorar los sentimientos, como hace en su blog Awixumayita (Adriana Bañares), también conlleva una cierta irracionalidad, la cual también tiene algo más de visceral que todos los argumentos artificiales que podamos encontrar en libros, cómics y revistas.
Dicen los psicólogos que la disociación de ideas nace de un fallo en los neurotransmisores del cerebro. Pero lo cierto es que todos hemos querido volar alguna vez, también los ecritores. Cosa que nos trae, irremediablemente, al blog, un artilugio pensado para la difusión, con un programa muy intuitivo y, lo que más importa: su carácter gratuito, lo que le añade un interés especial; hasta hace poco, nunca dado en literatura. Lo que, por fin, se ha definido como un elemento más de nuestras vidas, y por ende, dado su carácter escrito, en una práctica literaria. La niña de las naranjas, palabra de Awixumayita, es la prueba de ello.
La niña de las naranjas
Autora: Adriana Bañares Camacho
Editorial: Ediciones Emilianenses, 2010
(X Beca de Jóvenes Artistas «con proyección»,
en la modalidad de literatura, del Ayuntamiento de Logroño)
120 páginas
ISBN: 978-84-938035-1-3
Precio: 15 €
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