Los más deseados
Con la aparición de autores como J.G. Atienza o Arturo Pérez-Reverte, el tan ufano y -a su tiempo- deseado género histórico que se cultiva en nuestro país, ha conseguido dar un vuelco, convirtiéndose en una de las tangentes literarias por excelencia de los lectores.
Hace poco más de quince años, esta narrativa, la cual estaba predestinada a un débil -pero sólido- reducto de novelistas y escritores anglófonos que, desde fines de los setenta, habían conseguido implantar esa tendencia (Peter Berling, Noah Gordon, H. Carter, fueron algunos de esos valores), conquistaron el interés del público lector, acuñando todo un fenómeno de masas que, sumándose a esos valiosos y antes expresados nombres "españoles", trocó -para siempre- un mundo editorial y literario muy dividido, y disgregado en una miasma de géneros narrativos que luchaban por conquistar el corazón del tan ansiado, y pocas veces, conseguido lector.
Frente a todo lo que pudiéramos pensar, la narrativa histórica pertenece a un género -a día de hoy- que poco tiene que ver con la línea que trazó el romanticismo ni la versión ensayística que nos señalaban los romanos. Esta novela, en mayor experimentación -si cabe-, se jacta, a día de hoy, por ser el único género -en prosa- que requiere una mayor búsqueda de contenidos y técnicas que atraigan al lector, para lograr -con todo lujo de detalles- un interés en la lectura, gracias a una mezcla en la que lo veraz se funde con la imaginación del autor, pero con la Historia -en letras mayúsculas- como testimonio y juez de excepción; una historia que puede sernos conocida o no, pero que apura la copa de un argumento central, que evoca tiempos pasados y nos sitúa en etapas históricas que la humanidad ha visto nacer y morir, pero que sabe, ante todo, que han existido. Y es ese hecho lo que añade máxime interés a un hilo conductor que se sumirá a los designios e inspiración individual de cada autor o autora.
La novela histórica se sumerge en un mundo donde no todo son anaqueles dorados y glorias caducas sino que también existen mujeres y hombres de carne y hueso que viven y piensan con total libertad, y no como meros fetiches de la mente creativa del escritor.
Cuando escribió la escena de la batalla de Montségur, el historiador inglés Peter Berling complementaría, con su gran imaginación, unos hechos que no se relatan más que en algunos códices inaccesibles de alguna biblioteca olvidada, y no con la imparcialidad y rigor necesarios. Pero es entre el velo de la leyenda y -a la vez- lo onírico de sus personajes junto a un tema sugerente, "la cruzada contra los albigenses" -en ese caso-, donde la mente del lector y un buen guión novelado hacen el resto, logrando que hechos ocurridos hace más de siete siglos se sucedan con la misma veracidad y realismo de haberlos vivido en primera persona.
Esta narrativa sojuzga los pensamientos del autor, para ver desarrollar una prosa que se instala en lo experimental -acudiendo a una forma de narrar antigua y actual- dotada con un lenguaje culto pero no arcaico, adaptado a nuestra época con amplios matices y estilos diversos, y recreándose en un género literario donde el escritor poco puede poner de su parte salvo aquella cualidad que, al hablar de otros, pocos poseen: escribir bien. Algo que, en comparación con la prosa de García, otros autores, en cambio, prefieren recalar más en el ritmo y en el vigor narrativos que en la rigurosidad de sus argumentos, como es el caso de actuales best sellers como “El brillo de la seda” de la inglesa Anne Perry.
Sin embargo, por mucho que se haya hablado acerca del papel comercial que juegan este tipo de novelas, cada día es más común encontrar un tratamiento más elaborado del texto, donde la tarea del narrador antepone la descripción de elementos sociales de la época en la que transcurre el guión; como es en el caso de este fragmento de la de Olalla, en la que se destaca el papel de la mujer en la Persia Sasánida:
Pero existía una razón más por la que Humay lamentaba la pérdida de aquella mujer desconocida. En los aposentos privados de cada noble persa eran dos las mujeres que debían disputarse el estandarte de la supremacía: la esposa principal y la madre del señor. Mas en aquellas salas la desaparición prematura de la dama Shahrevar había cedido a la joven Morvarid, ya desde el día de su matrimonio, el cetro de la autoridad indiscutible.
Entrelazándose cada capítulo como vidas que andan paralelas al argumento central de la obra, vistas en el caso de "Las puertas de Seda" con dos versiones "objetivas" de civilizaciones que tienen más en común de lo que lo que en la sucesión de escenarios y cuadros de costumbres nos delatan antagónicas, enebran un hilo argumental rico en diálogos y escenas bélicas trepidantes, donde la meticulosidad en la gestión de los personajes y los hondos conocimientos del período histórico que nos describe la autora, añaden un interés a una lectura que ya es de por sí amena y agradable.
La novela histórica de hoy
Hasta hace pocos años, la interpretación histórica de las novelas, obedecía más bien a una propuesta para un futuro guión cinemtográfico, donde los valores documentales del reportaje ahogaban todo trasunto histórico que no interesase al autor, pasando la historia a ser un esbozo muy lejano a la realidad de la época que se retrataba.
La novela histórica de hoy exige cambios formales y estilísticos, tanto en su léxico como en la adaptación historiográfica del contenido que en ella se expresa. Por ello, es lógico encontrar -como vemos en el caso de Olalla- todo un correlato de terminologías antiguas que se funden con un vocabulario y expresiones adaptadas a un castellano "moderno" que no busca un lenguaje ampuloso y arcaico para idealizar los ambientes de la época en la que versa la historia, sino que prefiere ahondar en un contenido histórico "veraz" que yace subyacente, pero riguroso, al laberinto de pasiones, violencia y dramatismo que acuña la autora en su prosa, huyendo del ensayismo pedante de autoras como Marguerite Yourcenar y de epopeyas increíbles de cuantos Walter Scott o Emilio Salgari hayan existido, dotando al texto de una narrativa firme y bien conducida, donde el guión busca el equilibrio dentro del período histórico en el que se narra, y no al revés, consiguiendo conquistar a ese lector -cada día- más exigente.
A diferencia de otros novelistas, Olalla opta por adentrar al lector -poco a poco- en sus novelas, empezando por un desarrollo y descripción de la acción poco ágil, donde priman las descripciones de los personajes y las bellas escenografías del modo de vida de la época, para ir consiguiendo un interés progresivo, en la medida en que se lee. García utiliza algunos nexos de unión con la narrativa árabe de nuestros días, recreando una historia que se mide en un perfeccionamiento del lenguaje para una mayor interpretación del vocabulario antiguo -como vemos en el glosario que aparece al final-, sin perder autenticidad, y apostando acerca de ello como si de un obra al más puro estilo "Maalouf" se tratara.
Curiosidades:
Entre otros aspectos que cruzan el argumento de la novela -de arriba abajo- aparecen toda una serie de seudohistorias o subtemas que corren paralelos al nudo argumental. Algunas que podemos encontrar en "Las puertas de Seda" son la relación de los apóstatas (que reniegan de su fe para vivir en libertad), los cristianos renegados (que conservan su fe y viven en la marginalidad) y las rencillas que se derivaron de los primeros Concilios cristianos, los teólogos fanáticos como Novaciano, entre otras cuestiones que alimentan la fe en la lectura.
Argumentos y más argumentos que discurren paralelos a una etapa histórica poco conocida y aún menos estudiada. Una época que versa sobre las vicisitudes, valores y principios de una de las civilizaciones más interesantes de la antigüedad: el imperio sasánida.
En el ocaso de la Persia Sasánida, un episodio tan digno de ser contado como efeméride ocurrió ante las dunas de la Meca, ciudad que vería nacer a Mahoma. Cuentan las crónicas que un poderoso ejército en el que había un elefante causó gran desconcierto y devastación en la batalla, hasta que dichas tropas, producto de la climatología y la acérrima voluntad de los defensores, fueron puestas en fuga y huyeron.
La dinastía sasánida, heredera del antiguo mito persa y de los cambios históricos que propiciaron la caída de Roma y el inicio de las guerras de religión, en una encrucijada de cultos y civilizaciones diversas, frecuentemente en guerra y profundamente antagónicas, fue un escaparate histórico de quinientos años más interesante de lo que podamos imaginar, algo que, ahora -sin duda alguna- tendremos la oportunidad de descubrirlo.
El apunte:
Título: "Las puertas de Seda"
Género: Novela histórica
531 páginas
Autora: Olalla García
ISBN: 978-84-670-2524-8
Editorial Espasa Calpe S.A.
Precio: 22,90 €
LA ENTREVISTA
A.B.: Construir historias sobre los mismos hechos que la historia nos ha relatado es una tarea ardua que requiere copiosas horas de estudio y dedicación. ¿Cómo definiría la novela histórica que se escribe en la actualidad, de ensayo o de thriller?
O.G.: Por definición, no debería ser ninguna de las dos cosas. El problema es que, en ocasiones, las etiquetas con que nos encontramos cuando buscamos en una librería obedecen más a criterios comerciales que a razones literarias. Hoy día se cataloga como “novela histórica” a cualquier thriller ambientado total o parcialmente en el pasado, incluso si su rigor histórico es más que dudoso.
A.B.: Muchos son los autores que escriben a merced de dos argumentos paralelos que se encuentran, cosa muy vista en la narrativa anglófona. De hecho, la enorme profusión de personajes que utiliza en sus obras, elimina cualquier rasgo de un hilo conductor lineal. ¿Cree que esta técnica es cómoda para el lector?
O.G.: La linealidad de una trama no guarda relación con el número de personajes implicados en ella. En mi caso, los diferentes personajes tienen la función de crear conflictos, de abarcar las distintas formas de pensamiento que convivían en la época. Soy de la opinión de que la función del escritor no es tanto la de proporcionar respuestas como la de plantear las preguntas, exponer argumentos y dejar que lector extraiga sus propias conclusiones. Por esta razón, los diálogos son muy importantes en mis novelas y están tratados con enorme cuidado. Sin embargo, nunca pierdo de vista los elementos narrativos necesarios para conseguir que la trama sea ágil, fluida e interesante, y que mantenga la atención del lector.
A.B.: Los que compran sus novelas, ¿han de ser unos apasionados de la Historia?
O.G.: No necesariamente. Algunos de mis lectores asiduos son, según propia confesión, personas que no acostumbran a leer ni ensayo ni ficción histórica, pero que aprecian la profunda carga humana de los personajes y las aventuras que estos viven, y que los obligan a tomar decisiones muy difíciles que, en ocasiones, ponen a prueba sus convicciones o su propia humanidad.
A.B.: Tras “Ardashir, rey de Persia” (2005) y “Las puertas de Seda” (2007) -la novela que reseñamos aquí-, usted se ha convertido en una de las referentes de la novela histórica que se escribe en nuestro país. La aparición de “El jardín de Hipatia” dio un vuelco con el estreno cinematográfico de Amenábar, “Ágora”. Hay muchos críticos que opinan que la novela histórica que se produce hoy en día tiene sentido gracias al cine. ¿Está de acuerdo con eso o cree -por contra- que dicho género, del mismo modo que la novela negra o la de corte fantástico, tiene dos tipos de lectores: los que compran porque está de moda y los asiduos?
O.G.: “El jardín de Hipatia” es un proyecto completamente independiente a cualquier producción cinematográfica, y que me llevó tres años entre el proceso de documentación y el de escritura. No es cierto que la novela histórica (ni cualquier otro tipo de creación literaria) “tenga sentido” gracias al cine, ni siquiera en el caso de aquellas novelas que son adaptadas a la pantalla. Estoy pensando, por ejemplo, en “Soldados de Salamina”, cuyo guión cinematográfico presenta cambios evidentes respecto a la obra original; sin embargo, tanto el autor del libro como director de la película coinciden en que dichos cambios no sólo fueron necesarios, sino también acertados, puesto que, por su diferente naturaleza, una novela y una película precisan de recursos distintos para expresar un mismo mensaje o una misma emoción.
A.B.: Revivir épocas pasadas provoca una búsqueda de la espectacularidad, esplendores caducos y la vuelta a conceptos ancestrales como el honor, la patria y la camaradería, preceptos que se hallan bien conjuntados en sus novelas, al mismo tiempo que se genera una excelente caracterización de las costumbres y la vida de la época en que transcurren sus historias. ¿Qué es aquello sobre lo que ha soñado escribir pero que aún no ha escrito?
O.G.:Tengo la inmensa fortuna de haber escrito siempre los libros que he querido escribir. Espero que esto siga siendo así en el futuro.
Algunas notas sobre la autora...
OLALLA GARCÍA nació en Madrid. Estudió Historia y realizó cursos de especialización en Salamanca, Bolonia y París. Fue profesora universitaria, ha participado en numerosos congresos y ha publicado artículos de investigación en diversas revistas especializadas. Actualmente se dedica, en exclusiva, a actividades relacionadas con el ámbito literario.
Habla cinco idiomas y trabaja como traductora literaria; entre otros, ha traducido textos de Stendhal y Flaubert. Como novelista, ha publicado Ardashir, rey de Persia (2005), Las puertas de seda (2007) y El jardín de Hipatia (2009). Su obra se caracteriza por un cuidado rigor en lo relativo a la ambientación histórica, la profundidad psicológica de sus personajes y de sus diálogos, sin que lo anterior vaya en detrimento de una trama ágil y fluida. Su página web
www.olallagarcia.com incluye, entre otras cosas, información histórica suplementaria sobre cada una de sus novelas.
Copyright:
De el artículo y la entrevista:
©Ángel Brichs
Imágenes:
©Olalla García