África Scarlata
(adjetivo alegórico del blog de la autora)
Nairobi, 9 de agosto de 2011 - Kenia
La ciudad es caótica, hay mucho desorden y huele demasiado a polución.
Sin embargo, las afueras de la capital esconde algunas sorpresas: Sheldrick
(baby elephants), el Museo de Karen Blixen y Giraffe Center.
Karen, mi
mente ha volado contigo unos minutos. Gracias por el regalo de Memorias de
África. Aún me sigue sorprendiendo tu baúl de Louis Vuitton de principios
del siglo pasado, aunque no puedo entender que aceptaras que Denys Finch Hatton
cazara leones y lo compartieras, eras una enamorada de África, con ello me
parecía entender que lo eras también de lo indomable de su continente y la vida
que en él habita, no de su muerte.
Amboseli, 10 de agosto de 2011 - Kenia
La sabana y la estepa son amigas del silencio. El polvo lo es del viento y
las acacias lo son de mis ojos. El elefante es el más grande de mis amigos, por
muy salvaje que sea yo lo amo como a la vida misma.
El sol es mi testigo, y con él me acuesto esta noche.
La jirafa, el búfalo, la cebra y el hipopótamo duermen en mi retina.
Las gacelas seguirán bailando en mis sueños.
Nairobi,
11 de agosto de 2011 - Kenia
Al amanecer hace frío, y también cuando anochece. En la sabana de Kenia
reina apacible el silencio. Los animales son y también están. Sabio interior el
de ellos.
Otra vez en la ciudad, reina el ruido y el caos. Sólo estoy de paso, debo
ser fuerte, hoy y siempre.
Mañana parto hacia Nakuru, uno de los lugares más bellos de Kenia, salvaje
y primitivo, tierra de Memorias de África vista desde el cielo cuando
las manos de Meryl Streep en el papel de la Baronesa Karen Blixen se unen a las
de Robert Redford en el papel de Denys Finch Hatton, en pleno vuelo bajo el
azul cielo de África y sobre la enorme mancha rosa que conforman los flamencos
del lugar. Algo impresionante, en la vida hay que visitar el Lago Nakuru al
menos una vez.
Ahora
descanso.
Naivasha
y Nakuru, 12 de agosto de 2011 - Kenia
Aún era temprano, de camino hacia Nakuru, nos detuvimos en el Lago
Naivasha, otro paraíso escondido que se debe conocer. Subí a la lancha y empecé
a sentir el olor del agua y el frío del aire en mi pelo y en mi cara. Nos
acercamos a los hipopótamos que empezaron a emitir sonidos que nos exigían
mantenernos a una distancia prudencial, pero yo quería acercarme más, fue
increíble. Asomaban las orejas y los ojos, algunos incluso la cabeza y parte
del cuello, algunos machos simulaban luchas y medían su fuerza con sus
mandíbulas. Los contemplé, y ellos también a nosotros, allí ninguna de las
partes estaba sola, nos hacíamos compañía mutuamente, ellos bajo el agua y yo
encima de ella, en la lancha. Pero no dejé de pensar que era yo la que estaba
en su territorio, y no les había pedido permiso.
Continué el paseo por el lago Naivasha en la lancha, me acerqué a un sinfín
de diferentes aves y tuve el privilegio de ver el águila pescadora pescando en
el lago a tan sólo unos pocos metros de mi. Oí su voz cuando sobre la acacia en
la otra orilla del lago posaba contemplando los silbidos que el guía le lanzaba
para atraer su atención, el águila vino y recogió su recompensa en el agua, oí
los chasquidos de sus garras cogiendo el pez en el agua. La vi, me vio.
Acabamos el paseo en lancha y cruzamos unos 2 o 3 kilómetros a pie la
sabana y el bosque que rodeaba Naivasha, me crucé con algunos retozones y
protestones ñus, cebras silenciosas que pastaban junto a ellos, gacelas que
corrían felices, impalas que luchaban con sus cornamentas, enormes jirafas que
arrancaban las ramas más blandas de las acacias de tronco amarillo que allí
habían, y también descubrí el pájaro nacional de Bostwana que volaba sobre la
sabana de Kenia en el territorio de Naivasha aquella mañana, de un intenso azul
que hipnotiza, cuando alza el vuelvo, mis ojos lo persiguen hasta que lo pierdo
en el infinito.
El calor es sofocante, pero debo continuar.
Por la tarde, tras la comida que restauró mis fuerzas, visité por fin el
Lago Nakuru. El lago es impresionante. El rosa de los flamencos lo baña, lo
tiñe, lo viste.
Hoy vi los primeros felinos. Él y ella, juntos, tumbados sobre la hierba en
las proximidades al lago, al atardecer. Dos preciosos ejemplares de leones,
macho y hembra compartiendo un espacio-tiempo, el mismo que en el que yo vivía.
Mi retina lo retuvo por mucho tiempo, me quedé inmóvil sintiendo que sólo era,
y allí estaba yo. Con ellos.
La cena fue cálida, el ambiente excelente. Perfecto.
Masai
Mara, 13 de agosto de 2011 - Kenia
La lluvia siempre nos acompaña, es extraño en la época seca, pero le
prometí una tormenta a Kenia antes de irme de su tierra. Y mañana es mi último
día completo en sus entrañas, luego cruzaré la frontera con Tanzania.
Hoy estoy
cansada, muy cansada, pero la vasta extensión de la reserva natural de Masai
Mara y lo salvaje de su belleza es reconfortante cuando lo contemplas por
primera vez. Por momentos sentía que pestañear era perder el tiempo. El viaje
en 4x4 por mala carretera me había dejado agotada, pero de repente, parecía
haber recobrado toda mi fuerza y todo mi equilibrio.
Masai Mara, 14 de agosto de 2011 - Kenia
El paisaje es precioso, hipnotiza. Un paraíso en la Tierra.
Era primera hora de la mañana, y contemplé la vida y la muerte. Una manada
de leonas, siete cachorros de dos camadas y madres distintas. Un ñu
semi-devorado, el agua estaba cerca, un espectáculo que me hizo sentir pequeña,
y también muy afortunada.
El juego de los cachorros era como una película en directo, la propia vida
convertida en juego pisando la muerte de aquel ñu que sólo hacía unos minutos
había sido cazado. Ahora, la manada de leonas hacía homenaje a su trofeo, comer
o morir.
Comían.
Lago
Victoria, 15 de agosto de 2011 – Tanzania
El viaje desde Masai Mara en Kenia hasta Tanzania cruzando la frontera ha
sido largo, 12 horas de jeep hasta el Lago Victoria.
Lo que encuentro al llegar lo compensa con creces. Qué maravilla, otro
paraíso. Tantos… Paz, plenitud, armonía, y también mosquitos.
El lodge
es precioso, especialmente romántico con unas vistas al lago que enmudece el
habla y congela los sentidos. Todo ha valido la pena. Estoy en el Lago
Victoria, parece una playa cuyo horizonte se pierde. Su extensión abarca Kenia,
Tanzania y Uganda, no alcanzo a ver el otro lado…es tan hermoso.
La puesta
de sol fue única, me fusioné con ella en su contemplación. Y volé.
Lago
Victoria, 16 de agosto de 2011 - Tanzania
El paseo en barca me ha colmado de paz, la brisa y el sol eran mis aliados
esta mañana mientras surcaba las aguas del gran Lago Victoria.
La tarde tranquila, con grata compañía.
La naturaleza es mi vida, mi vida es la naturaleza.
Tanzania, qué bonita eres.
Serengeti,
17 de agosto de 2011 – Tanzania
El paisaje es infinito, miles de kilómetros bajo el sol de África bañando
la sabana y todo su contenido. La tierra, las acacias, el aire, la hierba, las
charcas, la vida.
Felinos que hipnotizan, árboles inmensos, llanuras solitarias en
apariencia. Gacelas que corren.
Felicidad.
Serengeti, 18 de agosto de 2011 – Tanzania
En la noche, las risas de las hienas se confundían y entrelazaban con el
galope de las repentinas carreras de las cebras que pasaron junto a mi
alojamiento.
El sonido de la sabana en África es un hechizo para los sentidos. No se
debe dormir, sólo escuchar, sentir y estar.
Dos
leopardos a la sombra de una acacia es una visión que debe congelarse. Cuando
uno de ellos baja y cruza por delante de mí con suma lentitud y tranquilidad es
un cuadro que África ha querido pintarme, allí te encontré. El cielo en la
Tierra.
Ngorongoro, 19 de agosto de 2011 – Tanzania
La
libertad en la tierra de África no tiene precio alguno cuando se es salvaje y
vives en la sabana. Los animales que pastan, corren, juegan y cazan en
las llanuras del cráter son mis hermanos. Somos Uno, somos la vida.
Tarangire, 20 de agosto de 2011 - Tanzania
Por la mañana, el sol africano me dejó sin fuerzas mientras paseaba durante
15 kilómetros en bicicleta a orillas del Lago Manyara. Verde, azul, tierra roja
y sal blanca. Naturaleza.
El
paraíso bajo mis pies y sobre mi cabeza. Bendita la tierra de África.
Tarangire y Arusha, 21 de agosto de 2011 – Tanzania
Apenas había abierto los ojos por la mañana cuando me topé de repente con
una pequeña manada de elefantes, grandes ejemplares y también algunas crías que
destrozaban los árboles al arrancar las ramas con el fin de alimentarse. Un
espectáculo único.
Luego vinieron los leones, las cebras mezcladas con otra manada (esta vez
muy grande) de elefantes bajo la atenta mirada de la leona que, junto al macho,
contemplaba los movimientos de todos con los ojos abiertos de par en par y
serio rostro. Hasta que el calor la venció, y descansó a la sombra. Cazaría al
atardecer, cuando el calor se iba y acechaba la noche.
Así es en la sabana, así debe continuar siendo.
Por la tarde, rumbo a Arusha, una ciudad del norte de Tanzania, igual de
caótica y ruidosa que su misma capital, Dar Es Salam, o que la capital de
Kenia, Nairobi.
Sin embargo, dentro del Impala Hotel, la serenidad parecía ser mi
compañera.
La cena fue estupenda, me vestí con un vestido azul turquesa de tirante
fino y a la altura de las rodillas, habíamos quedado para cenar con el resto
del pequeño grupo que compartíamos viaje. Éramos 9 y esta iba a ser nuestra
última noche compartida.
Los zapatos eran azul marino con tacón fino. El vino excelente, pero el
café frío.
Mañana
lunes, partiremos a la isla de Zanzíbar, al sur de Tanzania. Y ahí, no habrán
safaris ni madrugones. Como decía un gran compañero de viaje, es el lugar
perfecto para empezar a hacer vida de leones. Se acabaron los madrugones y las
rutas kilométricas de horas y horas en el 4x4, pero echaré de menos cruzar mi
mirada con los felinos y contemplar las preciosas motas del guepardo, aquel que
con vista de águila descubrió agazapado a la sombra de un matorral en Masai
Mara (Kenia) mi marido para gran sorpresa de todos. Fue nuestro primer
guepardo. Aunque luego, vinieron más.
Zanzíbar, 22 de agosto de 2011
El viaje a Zanzíbar ha sido largo debido a una escala inesperada. Pero al
llegar a mi hotel, he comprendido de repente que sin dudarlo ha valido la pena
la esfuerzo y la espera. Esto es un enorme paraíso perdido en el tiempo y en el
Océano Índico.
Palmeras y aguas turquesas sobre arena blanca y fina me rodean. La cena ha
sido gratificante y restauradora de mi cuerpo y mi alma, en la intimidad con
él.
Un océano
de paz aparece frente a mí.
Zanzíbar, 23 de agosto de 2011
Un recorrido por la ruta de las especias inundó mis sentidos de bellos
olores y sabores a primera hora de la mañana. Una gran plantación de exóticas
especias cuya historia se remonta a siglos atrás.
Luego, un paseo por Stone Town a pleno sol de la mañana me condujo por
senderos que jamás creí que debería poder pisar. Desde las mazmorras de los
esclavos cuando existía su comercio hasta la mismísima casa donde nació Freddie
Mercury, pasando por un mercado donde la muerte y el olor a ella de otras
especies era omnipresente. Un paseo que me recuerda lo lejos que están algunas
civilizaciones todavía hoy de nosotros los occidentales.
Gran lección de historia y cultura.
Por la noche, frente al mar, una reconfortante cena con un divertido y
autóctono espectáculo africano.
Jambo bwana!
Antes, metida hasta la cintura en las aguas cautivadoras de la playa de
Nungwi, contemplé el atardecer frente a mi. Hipnotizada por el rojo sol sobre
un horizonte infinito de azul al alcance de mis ojos que, por deseo propio,
tienen el mismo color.
Zanzíbar, 24 de agosto de 2011
Tras el desayuno a orillas del mar en Nungwi, cruzamos la isla de norte
hasta llegar al sur, donde nos esperaba un pequeño barco que nos llevó, a mi
marido y a mi, a alta mar para nadar entre delfines salvajes que nos rodeaban
por doquier. Una maravillosa experiencia que eterna vivirá en mi retina y en mi
memoria.
No hay
más que decir ni escribir hoy, sólo la felicidad estaba allí.
Zanzíbar, 25 de agosto de 2011
La puesta de sol cubrió mis pupilas, cerró mi pensamiento y acabó mi día.
Rojo y azul en el cielo, tierra, blanco y verde en mis pies.
Tengo que despedirme llevándote en mis adentros, en el fuero de mis fuerzas
y mis entrañas.
Te dije te quiero en tu última mirada. Y te fuiste sonriéndome y con gran
libertad.
Zanzíbar, 26 de agosto de 2011
El último desayuno en el Saruche y la última comida en el Cinnamon
fue justamente eso, la última con el corazón y también con el estómago en The
Z Hotel.
Adiós Zanzíbar, adiós Nungwi. Hasta siempre. Fue un placer conocerte.
África,
volveremos a mirarnos a los ojos, pero no todavía.
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La verdad Scarlata (Ed. Carena, 2011), libro de autocrítica, y la única y más notable de las obras publicadas de Eva M. Ruiz (1976), una Administrativa multifuncional estacionada en el mercado publicitario; es una autora a la que se le reconoce un interés progresivo por la literatura y el artículo, faceta que nos muestra en uno de sus relatos de viajes que nos trae para la ocasión.
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