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domingo, 6 de noviembre de 2011
Algunas prosas escogidas, XXVII: Eva María Ruiz
La vida es ahora
Rendirnos al momento presente, dejando que los recuerdos nos invadan, es algo que a todos nos sucede de vez en cuando. Hay días en los que no podemos más que dejarnos llevar por nuestras entrañas y nuestro latir, días en los que no podemos luchar contra nuestra condición y nuestros pensamientos. Esos días son los días en los que sentarse a la luz del sol, contemplando lo presente, o mirar por la ventana desde nuestro rincón favorito es lo único que podemos hacer o, al menos, lo único que se debería de hacer.
Sin resistencia, dejarse vencer por la fuerza del ahora.
Si llueve o no, si es enero o julio no importa, ni tampoco si hemos despertado así o si nos sorprende en el momento de cerrar los ojos para iniciar nuestro descanso hasta mañana. Sólo importa que así sentimos en ese preciso momento. Y nada podemos hacer por cambiarlo.
Hay cosas con las que hemos de aprender a vivir, cosas que no pueden desvanecerse aunque intentemos exiliarlas de nuestra vida, que siempre nos perseguirán por más que busquemos la forma de desterrarlas de nuestra memoria. La mente siempre persiste, es su razón de ser, repetirnos hasta la saciedad todo lo que guarda en sus rincones, en sus archivos primitivos y en los más actuales, recordarnos lo que hemos tenido y lo que hemos perdido, lo que vivimos y sentimos para hacernos flotar la nostalgia por todos los poros de nuestra piel, matando todo propósito de intentar negar nuestra realidad, aquella que, nos guste o no, hemos construido con cada decisión tomada, con cada paso cruzado, con gestos, palabras, canciones y algunas mentiras entre muchas verdades. Y en otros casos, al revés.
Lo que la razón nos diga en días como estos poco importa, aquí sólo manda el corazón, la mente ya hizo su trabajo cuando decidimos ciertas cosas que ya no se pueden borrar, las vivencias persisten aún después de nuestro tiempo, y muchas nos acompañarán hasta el último día que estemos pisando este suelo, el mismo que nos vio hacer y deshacer para luego continuar por el mismo u otro camino, pero el mismo suelo al fin y al cabo, la misma persona que hoy somos, con más arrugas y recuerdos, probablemente también con más sabiduría y más errores cometidos que nos ayudaron a aprender para que hoy podamos sentir esta fuerza imparable del ahora que nos tumba frente al mundo, diciéndonos quiénes somos aparentemos lo que queramos aparentar.
A nuestro «yo» no podemos engañarlo, nacimos con él y a él volveremos. Por eso, en el camino de vuelta a casa, más vale dejar atrás las máscaras y los disfraces, hablar con voz alta y clara para decir lo que sentimos, sin negar las verdades y enterrando las mentiras para no darles cobijo alguno en nuestra existencia, porque siempre llega el día en el que, nos parezca bien o mal, sólo podemos mostrar nuestra rendición al presente, dejarnos vencer por el ahora que nos envuelve y levantar la vista para que todos vean en nuestros ojos un atisbo de luz, que fue siempre la intención de hacer las cosas bien, aunque en tantas ocasiones nos hayamos equivocado al escoger.
Lo importante es que, tarde o temprano, alguien pueda darse cuenta que hemos sido aquella persona que intentó seguir su camino con entereza al margen de las adversidades, con transparencia y convicción, sin prejuicios y con principios. Pero, sobre todo, que esa persona que descubre los hechos sea uno mismo, porque no hay mayor felicidad que descubrirnos rendidos al presente como parte intrínseca de nuestra condición de humanos, vencidos por la fuerza de una vida llevada bajo nuestros criterios y fuera de las normas que otros algún día inventaron para hacernos creer que un sistema podía controlarlo todo.
Porque ese día, en el que el momento presente nos gana la mayor de las batallas, es el día de nuestro despertar. Y sólo si abrimos los ojos empezaremos a vivir nuestro sueño, más allá de que el mundo pueda entenderlo o decida desterrarnos a nuestra propia locura.
La vida es ahora.
Nacida en Barcelona (1976), Eva María Ruiz es diplomada en Gestión y Administración Pública por la Universidad Pompeu Fabra, a lo que le siguió un Postgrado de Economía Pública en el IDEC (Institut d’Educació Contínua de Catalunya), guiando su trayectoria profesional en diversas áreas empresariales, particularmente en el márquetin y la publicidad. Al margen de ello, y desde hace años, su inquietudes literarias le han llevado a ser galardonada en varias ocasiones. Por si fuera poco, semanalmente publica un artículo de temática distinta en el blog vinculado a su libro La verdad scarlata: www.laverdadscarlata.blogspot.com, obra, quizá en la línea del presenta artículo, reflexiona sobre los actuales valores existenciales que rigen nuestras vidas.
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