El escritor ideorrealista
El neologismo es un concepto de moda que algunos puristas no entienden. Sin
embargo, la búsqueda de nuevas palabras a caballo entre dos o más realidades,
se ha convertido para mí en una orientación primordial desde que los términos
se me quedan todos «flojos» o a medias. La necesidad primigenia
del hombre-mujer de ponerle a la «existencia/experiencia/idea» sus etiquetas, ha provisto un volumen ingente de conceptos, la mayoría
parciales. A mí me lo parece. Al menos en esta realidad viva que nos abruma con
su inestabilidad y transformación constante. Esto aplica más a la realidad
sutil, no cabe duda.
La idea de fusionar los conceptos realismo e idealismo últimamente me trae de cabeza.
Vivimos en un mundo atroz que se sueña a sí mismo, o en un sueño que a
veces desemboca de modo abrupto en esta realidad impensable... La mirada se
desvía a uno y otro lado generando emociones que rebosan literatura fantástica
unas veces, y otras arrancan verdaderos aullidos. ¿Qué es sino ideorrealismo esta visión dual, fusión de posibilidades y aterrizaje forzoso?
Por lo que a mí respecta, no puedo verme en ninguno de los bandos sin
encontrarme automáticamente en el otro: El idealista es un realista que sabe de
la realidad pero mira hacia las posibilidades y, en la medida de lo que puede,
las crea y las pone en marcha, un realista que mira adelante en lugar de
quedarse quieto. El idealista es un proactivo incorregible, un inconformista
sin más.
El realista es otra cosa. Al realista le gusta contemplar la existencia tal cual es y dejarla como está. El realista se pierde las posibilidades, está
aquejado de una ceguera para contemplar lo invisible y tomar conciencia de que
la creación es cosa suya... El realista no se sabe mano de obra de lo posible.
Pero a veces el idealista también es realista, un realista forzoso, alguien
cansado y temporalmente quieto, un idealista en-off. Como el gran olvidado de la poesía francesa, cuya vida os invito a
leer en el vínculo adjunto a pie de artículo; el precursor de la vanguardia
poética, rechazado por sus coetáneos (1861-1940), pero reivindicando más
adelante por los jóvenes exponentes del Surrealismo, entre ellos un jovencísimo
Apollinaire. Hablo de Saint-Paul-Roux, el «mago de Bretaña», iniciador no reconocido del cubismo, del futurismo y
del surrealismo sucesivamente.
Saint-Paul-Roux, nacido Paul-Pierre Roux, fue un ideorrealista, tal como yo lo entiendo, a caballo entre la magia y la tragedia, un
hombre-fusión de lo «real» y lo «ideado», como algo que es lo mismo pero diseccionado en dos, como sendas caras
de una moneda que no es moneda sin cada una de sus dos caras...
El de Saint-Paul-Roux fue un destino trágico para un hombre profundamente
idealista, creativo y visionario. El hecho de que aún hoy no se haya reivindicado
su figura, que continúe en la sombra, es prueba, dicen algunos, de la inmensa
pobreza cultural de nuestros días... Yo me quedo sólo con una personalidad
asombrosa de la que no había tenido noticia hasta hoy, y gracias a la búsqueda
de neologismos...
Os dejo, para vuestro deleite, una traducción de su bellísimo poema
titulado Tarde de ovejas, dedicado a Louise Denise:
Tarde de ovejas
La mancha de sangre
desaparece en el horizonte de aquí.
La gota de sangre
aparece en el horizonte de allá.
Hombre simple que se
disipa en la flauta y cuya prudencia tiene la forma de un perro negro, el
pastor desciende la adolescencia de la ladera.
Lo siguen sus ovejas,
con dos pámpanos en lugar de orejas y dos racimos en lugar de ubres; lo siguen
sus ovejas: viñas ambulantes.
Tan puro el rebaño que
en esta tarde de estío parece que nevase infantilmente sobre la llanura.
Esas pequeñas cajas de
vida pastaron allá arriba en las cazuelas y vuelven a bajar repletas.
Mis deseos también,
estimulados por la flauta de la Esperanza y el perro de la Fe, subieron esta
mañana por la colina del Misterio; y más arriba subieron que las ovejas de mi
aldea, las ovejas de mi alma.
Pero la estrella
perfumada, en medio de la llanura de jacintos, incendió los dientes ávidos que
querían desabrochar su blusa fértil.
Es por eso que mi sutil
rebaño, a la hora del ángelus, vuelve a entrar en mí mismo con los flancos
desesperados.
Las ovejas están en el
redil y el hombre simple se va a dormir en medio de su flauta y de su perro
negro.
Olga Casado vive en Madrid, trabaja como coach
personal, se vale de un Máster universitario en Lingüística Aplicada al
Discurso en Lengua Inglesa para enseñar y entrenar a todo aquél que desee
mejorar su nivel de inglés «for business» y,
como algunas filólogas, compagina su trabajo de traductora y correctora
de estilo con su vocación, la novela. Una particular pasión que, en su justo
desarrollo, le da al escritor un futuro en el que pensar, mientras que al
articulista le permite ampliar sus crónicas hacia guiones menos realistas y más
escénicos. Si bien nos lo ha demostrado ya con su ensayo, depende de ésta
probar ahora suerte con su sparring particular. Algo que, con la publicación
de su primera novela, descubriremos en breve.
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