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martes, 3 de marzo de 2009

PEPE RUBIANES, ACTOR SIN FRONTERAS...


ENCÍCLICA AL MÁS ALLÁ




Las pesadillas a veces se hacen realidad. Rubianes era una de ellas. Pero una pesadilla amable, sincera, que venía del corazón de todos nosotros a la vez que plasmándose en su manera de ser, en su carácter vasto pero sincero, producto de un idioma (en Madrid lo calificarían de jerga) poco conocido excepto por Mikimoto en los años noventa: EL CATANYOL. Este idioma, trasunto de palabras medio en catalán medio en castellano, exclamaban y clamaban en la escena teatral catalana con gran ímpetu y denuedo que ninguno de sus predecesores lograron conseguir, ni creo consigan jamás. Pero Rubianes no era un mago, sino una persona normal y corriente, del pueblo. A él le gustaba la comedia, vivía de ella, pero no la comercializaba, la vendía. En una palabra, hacía y decía lo que quería, como cada uno hacemos cuando nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Por eso a todos nos entraba de lleno, nos hacía mella, era parte de nosotros, y creo, lo sigue siendo todavía.

No creo que él hiciera un arte en estado puro como lo ven los catedráticos en Bellas Artes y otros estudiosos que en toda su vida han estado más lejos de pintar un cuadro o escribir un libro que Heidi o espinete; pero sí creo que creó todo un correlato de formas y tendencias que hizo del monólogo chistoso un uso diferente al que estábamos acostumbrados, combinando a la vez una esfera underground producto de un reinventado "dirty realism" en una forma más expresiva y desoladora que la que hubiera hecho el mismo Bukowski. Pero, ¿ y por todo eso, deberíamos llamarlo genio? No. Por todo eso no pero sí para hacer lo que hizo, o sea, sacar lo mejor de nosotros, hacernos reír, y en definitiva, autorrealizarnos como personas y espectadores, haciéndonos copartícipes de ese realismo sucio que llena nuestra vida cotidiana.

P.D.: Dicen que en facebook y otras website y portales de internet le quieren poner su nombre al teatro o dedicar una calle con su nombre, y aunque puede ser que eso se haga, no creo que él lo hubiere querido. No, en sí creo que, al igual que el Rubianes en sus últimos años creía, lo que hagas en esta vida tiene su eco en la eternidad. Cuando se muere uno, pasan unos años y nadie se acuerda y otros toman su lugar. Espero, sin embargo que eso jamás ocurra ya que un hombre tan elocuente no debe morir en una forma tan vana; supongo que esa es la razón por la que quiso ser incinerado.

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