Con una introducción muy dada a lo espectacular (de otra parte, muy típica de las dos novelas, anteriores a ésta, que componen la trilogía de «thrillers de misterio» que vio la luz con La habitación de las mariposas), Ramón Cerdá nos sumerge en un recorrido histórico donde hará mella en los instintos más atávicos (preparándonos un excelente cóctel donde intriga, erotismo y, por vez primera, historicismo, se unen con efectos devastadores).
«[...] El suceso del deportivo y el accidente que sufre Alberto (consecuencia del cual yace en silla de ruedas), recuerda a uno de esos guiones de los episodios de la ya extinguida serie norteamericana Twilight Zone, con ciertos visos a algunas piezas maestras de la filmografía contemporánea (como El coleccionista) [...]». Ángel Brichs
«[...] Al principio todo comenzó como una forma de seguir divirtiéndose asustando a los niños, pero unas cosas llevaron a otras y cuando quiso darse cuenta, uno de sus hombres estaba abusando sexualmente del más pequeño. Tal vez en otras circunstancias todo hubiera acabado con una reprimenda suya al soldado indisciplinado, pero los vapores del alcohol parecían actuar con voluntad propia. En lugar de reprenderlo, se unió a él, y pronto los tres hombres desahogaron sus más bajos instintos con los pequeños. La violencia llegó a tal extremo que los dos niños acabaron salvajemente acuchillados y lanzados al seno del río. Fue entonces cuando un especie de venganza divina en forma de plaga se abalanzó sobre ellos. Miles; quizá millones de abejas atravesaron con un zumbido ensordecedor el cauce del río oscureciendo el cielo. Los tres hombres lucharon inútilmente con sus armas agitándolas al viento una y mil veces, pero en cuestión de segundos sus cuerpos estaban totalmente cubiertos por un sinfín de pequeños cuerpos. [...]
[...] Entre la espesura de las miles de abejas pudo ver cómo sus dos hombres cada vez movían con menor ritmo e intensidad los brazos, corriendo en círculos como locos y chocando en ocasiones entre ellos. Las abejas que dejaban sus aguijones envenenados iban cubriendo el suelo en un amplio círculo alrededor de ellos; algunas acababan corriente abajo. [...]».
(El encantador de abejas, p. 50)
«[...] Influencias claras a algunos de los grandes de la novela de terror (como Stephen King) se dejan entrever en las páginas de El encantador de abejas, quizá hasta ahora, la novela más madura de Cerdá, y aunque el cotejo de escenarios-acción-contenido no sea muy original que digamos, sí posee retazos que te pueden llegar a sorprender, cosa poco difícil si tenemos en cuenta algunos nombres de los capítulos de la primera parte: Cómeme, Eructaré después de comerte o La madre de Dios [...]».
Ángel Brichs
«[...] Cuando quiso darse cuenta, absorto como estaba con los movimientos de sus pechos, la otra prostituta se había desnudado completamente y hacía gestos obscenos hacia la ventana. El vigilante aplaudía y reía. John estaba asustado, a la vez que mareado y excitado. A pesar de la angustia que sentía, no podía frenar la erección que amenazaba con romperle los pantalones. La prostituta desnuda, mucho más guapa que su compañera, se acercó a él y lo abrazó por detrás sin dejar de mirar hacia el cristal, donde los rostros babeantes no dejaban de reír. John notó la presión de sus grandes pechos en las protuberancias carnosas de su espalda.
—Ya basta, ya basta —dijo el vigilante que había recuperado la compostura.
—Vestíos, que esos de ahí fuera no han pagado lo bastante como para que esto pase de aquí. Tal vez otro día os deje continuar hasta el final. Será divertido ver cómo se corre la alimaña esta. Debe de ser verdaderamente asqueroso —añadió riéndose la gracia. [...]».
(El encantador de abejas, p. 68)
«[...] Una novela que entretiene. Muy recomendable para llenar nuestros pequeños ratos de ocio y, con suficiente acción y erotismo para asegurarnos una buena distracción en el verano que se acerca, el cual estoy seguro de que será algo más caliente y brutal, para aquellos que la lean. [...]».
Ángel Brichs
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