Énfant térrible,
fantasía terrenal,
ensueño de vida,
temperamento idealizado,
humana maestría.
Dícese de un personaje
de impávido semblante
y no menos sin par carácter;
de un hombre de principios,
de una persona de objetivos.
Especial cuidado daba en lo que hacía
y a terceros ignorados el alma les entregaba,
ya que el cuerpo para él no existía;
un mero recipiente roto es lo que era
y sólo dárselo a otros rico le hacía.
Nos hablan de seres vivos
y muertos enterrados,
mas él no era tales cosas,
era mucho más
y aún así, por ninguno de los dos se le identificaba.
Hombre amable, padre de familia,
rostro afable,
distinguido en sus obras,
virtuoso en sus quehaceres,
valiosas proezas izó.
Proezas mundanas que todos adorábamos,
hechos y actos que ejerció con gran celo,
actos y hechos que apreciábamos,
hechos y actos que valorábamos,
icono de los cuales fue destello.
Tras ochenta y nueve inviernos
la notabilidad de su obra se marchita:
¡nos ha dejado!
¡no es posible! ¿después de tanto tiempo?
¿quién seguirá su impulso?
¿Qué será de sus niños,
su India, su Mundo,
sus Actos,
su Obra?
¿Qué será de nos...sin él?
¡He aquí el gran hombre!
-dirán MIL AÑOS después de su muerte-
Lugar te has ganado en otros mundos,
ya que tú no eres de éste
sino de todos.
Ángel Brichs
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