Una lágrima resbaló en el rostro de Laura. Una de sus manos, temblorosa, sujetaba una cuchilla mientras la otra, una foto. En ella aparecían ella y su novio. Él, con tan solo diecisiete años, había fallecido ayer, por eso ella se sentía abatida.
Apoyó la cuchilla sobre sus venas. Si deslizaba rápidamente la cuchilla, estaría de nuevo junto a él y esa vez sería para siempre. Pero, ¿Valía la pena dejarlo todo atrás por él? Según Laura sí. De nuevo miró la foto, más detenidamente. En la imagen se encontraban en el viejo puente del bosque, el día que se conocieron. Si los unió una vez, dos también podría hacerlo. Decidida, se dirigió hacia allí.
Al adentrarse en el bosque, Laura sintió un escalofrío. El aire allí era distinto, olía a hojas caídas y tierra húmeda, pero la luz era muy débil. Pasó entre arbustos enmarañados y árboles delgados recubiertos de hiedra. En algún lugar encima de ella, un pájaro empezó a graznar. Bajo sus pies notaba una espesa alfombra de musgo. Las ramas crujían a su paso y se oía el rumor de un riachuelo, señal de que cerca estaba el puente que lo cruzaba.
Laura siguió su camino decidida, pero a la vez confusa. A lo lejos ya se avistaba el viejo puente, aquel que los uniría de nuevo. Se abrió paso entre unos matorrales, y varios abrojos se le engancharon en el pelo y en la ropa. Se situó en la parte central del puente y se apoyó en la pared de piedra. Miró abajo y un escalofrío le recorrió la columna. De pronto en su mente se dibujo la imagen de él en el momento en el que, en ese viejo puente, él le deslumbraba con esa tierna mirada y le dedicaba aquellas primeras palabras mientras ella le miraba fijamente. Se miró la mano izquierda, de la cual intentó cortarse las venas. Le traía muchos recuerdos, ya fue la que usó la primera vez que se cogieron de la mano.
Contó hasta veinte. Mientras contaba, toda una serie de recuerdos pasaron por su mente. Unos eran buenos, pero otros no lo eran tanto. Al acabar de contar recordó aquella bonita frase que siempre le decía su novio: Si la vida te da mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una para sonreír. Probablemente, valía la pena seguir viviendo.
Apoyó la cuchilla sobre sus venas. Si deslizaba rápidamente la cuchilla, estaría de nuevo junto a él y esa vez sería para siempre. Pero, ¿Valía la pena dejarlo todo atrás por él? Según Laura sí. De nuevo miró la foto, más detenidamente. En la imagen se encontraban en el viejo puente del bosque, el día que se conocieron. Si los unió una vez, dos también podría hacerlo. Decidida, se dirigió hacia allí.
Al adentrarse en el bosque, Laura sintió un escalofrío. El aire allí era distinto, olía a hojas caídas y tierra húmeda, pero la luz era muy débil. Pasó entre arbustos enmarañados y árboles delgados recubiertos de hiedra. En algún lugar encima de ella, un pájaro empezó a graznar. Bajo sus pies notaba una espesa alfombra de musgo. Las ramas crujían a su paso y se oía el rumor de un riachuelo, señal de que cerca estaba el puente que lo cruzaba.
Laura siguió su camino decidida, pero a la vez confusa. A lo lejos ya se avistaba el viejo puente, aquel que los uniría de nuevo. Se abrió paso entre unos matorrales, y varios abrojos se le engancharon en el pelo y en la ropa. Se situó en la parte central del puente y se apoyó en la pared de piedra. Miró abajo y un escalofrío le recorrió la columna. De pronto en su mente se dibujo la imagen de él en el momento en el que, en ese viejo puente, él le deslumbraba con esa tierna mirada y le dedicaba aquellas primeras palabras mientras ella le miraba fijamente. Se miró la mano izquierda, de la cual intentó cortarse las venas. Le traía muchos recuerdos, ya fue la que usó la primera vez que se cogieron de la mano.
Contó hasta veinte. Mientras contaba, toda una serie de recuerdos pasaron por su mente. Unos eran buenos, pero otros no lo eran tanto. Al acabar de contar recordó aquella bonita frase que siempre le decía su novio: Si la vida te da mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una para sonreír. Probablemente, valía la pena seguir viviendo.
Segundo premio escolar Jocs Florals.
Tema: "Antes de hacerlo cuenta hasta 20"
Breve reseña sobre la autora.
Judith López Gil tiene 15 años de edad. Desde los once, escribe relatos e historias, donde, en su colegio, el Cingle de Can Palet de la ciudad de Terrassa, ha ganado diversos premios que se celebran anualmente en forma de Jocs Florals, además de ser escogida para representar a dicho Colegio en los Premios Coca-Cola en lengua castellana. Actualmente está realizando un curso intensivo de escritura literaria con la finalidad de ayudar a mejorar y potenciar sus conocimientos sobre esta materia. Su sueño es ser periodista.
Autoría del relato y fotografía:
Judith López Gil ©
Publicado en este blog bajo consentimiento de la autora
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