El fenómeno "pulp", también conocido como el cómic alternativo o underground, busca en el ambiente marginal aquellas realidades que más nos afectan, contándonos cosas que ya sabemos pero que a veces no queremos reconocer, huyendo por tanto del concepto surrealista de ver la acción que la novela gráfica siempre ha preconizado, tomando como protagonistas al homosexual, el pederasta, el pervertido, rompiendo con los tabúes de nuestra sociedad para contarnos la verdad mediante unas viñetas arriesgadas y un argumento que no lo es menos.
Hace ya algunos años, me hallé sumido en una larga crisis creativa. Me volví loco, yendo de bar en bar, agotando de alcohol un estómago que nunca decía basta, y de sustancias menos aromáticas mi boca y mis glúteos. Padecía lo que algunos críticos imbéciles han denominado como la fiebre del Sábado noche. Nada de todo eso es cierto, pero pudiera bien serlo. La verdad es que cuando somos jóvenes e inexpertos, valoramos de una forma más bien pasiva y anecdótica el mundo que nos rodea; e incluso nos sentimos tan poderosos que casi podemos tocarlo con la mano, haciendo como si él fuera nuestro y nosotros lo domináramos. En sí, ello no es más que la mera tarea interdisciplinar que entre la televisión, el cine, la radio y los periódicos, los tan ufanos “medios de comunicación modernos” (yo los llamaría más de “conducción” que informativos), consiguen imponernos desde pequeños. Vivimos monopolizados, manipulados, y ello nos sorbe el “seso”. Y, ¿por qué? Pues porque nada nos afecta. Somos como prostitutas rusas más cachondas y con menos sentimientos que su blanquecina piel, que más parece un témpano de hielo que una ingenua forma humana. No queremos liberarnos. Vivimos para y con nuestro mundo caótico donde el consumismo excesivo, las tarjetas de crédito con comisiones del cinco por ciento y coches deportivos que gastan más gasolina que veinte borrachos bebiendo en una barra libre, disponen la suerte que nos hará llegar al día siguiente con algún centavo o quedarnos en el camino. Competitividad, esfuerzo, voluntad de superación, los temidos tentáculos que condicionan al hombre moderno lo han eclipsado; una eclipisis que sacude en él todo lo bueno y ansía todo lo malo en un supuesto delirio de imbencibilidad que le posee en todo momento, queriendo -mejor dicho- deseando ser más en todo momento. No obstante, el peso específico de su vida y las circunstancias que le obstruyen o no de su exponencial objetivo, pueden más que él, por lo que, al fin y al cabo, la realidad que le envuelve deja paso a la ficción idealista que lo había trastornado.
Dicho esto, el hombre -o mujer, en su caso- descubre tarde (siempre suele ser así), que todo aquello en lo que había creído es un eufemismo y que ya es hora de sentar la cabeza. Pero, por su desgracia, el deseo de volver hacia atrás es más complicado que el hecho de continuar ese ritmo de vida que hasta ahora le -o la- habían caracterizado, a lo que, sumido en una tristeza y con un impulso incontenible, le hacen caer de nuevo dentro del ruedo del vicio, donde todo está permitido y el -o la- único -o única- que pones fin eres tú. Es la forma en la que tenemos de expresar nuestros propios miedos, huyendo de nuestra realidad, lo cuál pagamos a menudo con nuestro ya magullado cuerpo.
“Joder, ya estáis discutiendo...qué palizas...haced como decía mi vieja...decía...”En mi casa mi marido y yo no discutimos nunca...como siempre llevo la razón yo...” Galiano, Marta y Pons
Dicen que la discriminación sexual es un concepto que no tiene más de treinta años de duración ya que durante estos últimos treinta años, el mundo, tal y como lo conocíamos, se ha abierto a la persona humana de una forma que los hombres y mujeres de hace tan solo un siglo no hubieran soñado jamás, algo por lo que hoy podamos decir -salvo raras excepciones- que el género humano goza de ese principio de libertad sexual que antaño le había estado incluso reprimida. Mas, esa supuesta libertad que se nos antoja como un concepto hecho y derecho, nos trastorna día a día en forma de delitos sexuales (violaciones, pederastia, violencia de género...), en un alcance que se nos manifiesta como algo irreversible. Pero, ¿cómo puede ser eso si ya hemos alcanzado esa cota de libertad que tanto tardamos en ganar? ¿Es eso gracias a la ineptitud que tenemos a la hora de utilizar esa tan ansiada libertad que nos han dado? La verdad, no lo creo. Para entender el por qué o el cómo de todo lo que decimos, tendríamos que remontarnos a los orígenes del Ser Humano. Desde el “génesis bíblico” la igualdad “hombre-mujer” no dejó de ser un mito. La mujer, a la que se ha tenido a menudo como la causa de todos los males del hombre, siempre se la ha vulgarizado, dejándola en un segundo término. Ya en la Edad Media y, más tarde, en los inicios de la edad moderna hasta el primer decenio del siglo XX, sólo se veía como un objeto. Un ser minúsculo cuya forma "voluptuosa y carnal" se limitaba a dos cosas: ser madre y esposa. El trabajo y por ende, el estudio, como una tercera posibilidad, quedaban fuera de su alcance.
“En un lugar donde hay mucho de eso...mujeres y bebidas que trastornan y ruidos muy fuertes, Óscar no sabe porque todos saltan y algunos tocan a mujeres y luego ellas les dan bofetadas... Pero Óscar no sabe nada de esas personas que no son hombres y a las que llaman mujeres. Por lo tanto ha decidido irse al cine para aprender.” X. Martí
Por suerte, ese pensamiento poco riguroso, y por lo demás, de naturaleza superficial, que el hombre del "novecento" tenía de la mujer como algo tentador y oscuro, "casi maldito", en la que que se depositaban todos los deseos más oscuros del individuo (tal como idealizó D. Gabriel Rossetti en su Proserpina), quedó relegado a la nada con la llegada del siglo XX. La mujer, que por aquél entonces gozaba de formas más bien rollizas, algo que agradaba sobremanera a los hombres de la época, se transformó en una figura esbelta, ganando unos labios carnosos y una boca increiblemente grande, en contraposición de esa mujer gruesa de antes, que poseía una boca ridiculamente pequeña. Las normas habían cambiado, y una nueva figura femenina con unos atributos más andróginos que la anterior se alzó de las cenizas para reclamar aquello que durante siglos se le había negado. Cocó Chanel fue una de esas primeras damas de hierro que incitaban a un cambio social, fomentando una libertad de pensamiento, favoreciendo esa, hasta la fecha, temida igualdad de derechos entre varones y féminas. La suerte estaba echada, pero el camino no sería fácil. Muchos serían y son aún a día de hoy los obstáculos que tiene que vadear esta "superheroína" del mundo moderno.
Desgraciadamente, la mujer actual, que se jacta de haber conquistado esa tan afanada libertad de expresión y de "movimiento" que antes se le negó, continúa languideciendo en esa somera e ingenua armonía que hace cien años tuvieron sus antecesoras. Compaginado con ese culto a la belleza que ésas iniciaron, la mujer de hoy aparece como una "obsesa" de la belleza como nunca antes se había soñado. Esta mujer adopta como ídolos a Madonna y Naomi Campbell desde que nace, cultivando un exceso de ego que le hará cambiar su personalidad si ello le resulta necesario. Ya no se trata de hacer ejercicio ni de una buena dieta; estamos en una era donde los grandes avances científicos permitirán ganar o perder peso, reducir o engrandecer el pompis y reverter unas bonitas caderas y una cintura que permita "probarse" cualquier tipo de ropa de un solo taconazo y sin apenas esfuerzo. La tecnología ha hecho de esa mujer que no deseaba ser un objeto en el más grande objeto en sí misma, la cual, es víctima de esa cultura estilizada que con tanto interés ella misma se impuso años atrás. La identificación de esos preceptos la encontramos en la persona de la "modelo".
La estética de la belleza y el ideal americano de un mundo perfecto y mejor que tenía su metáfora en conceptos inmateriales como los tebeos "Beano", "Barner" o "Barbarroja", fueron cayendo en desuso con la aparición de una forma diferente de enfocar el amor y el "romanticismo", encarnado en personajes de cómic como "Barbarella" con su "no more living without loving". Sin duda algo que hizo presagiar un cambio de ciclo histórico, donde una sociedad "supuestamente sin vicios" empezaba a salir del armario. La realidad ya no era el Bien o el Mal como se había pensado hasta el momento sino la "non-demande en Mariage" que ya en el 1966, empezaba a reflejar Géorge Brassens con un cómic a medias entre la sátira y lo erótico, "Becassine".
Las modelos, concepto que trascendió cuando Charles Worth teorizó sobre la posibilidad de hacer desfilar a hombres y mujeres para mostrar los nuevos diseños textiles de temporada, algo que hasta la fecha (primer decenio del s. XX) estaba destinado a los maniquíes y, que más tarde llegaría a tener un éxito fuera de toda duda. Como decíamos, la modelo se ha implementado como el ejemplo a seguir por todas esas jóvenes que, con aspiraciones o no, se ven condicionadas por la idealización y acomplejamiento en una nueva forma estética que les sorbe la sesera desde que nacen. Una fórmula derivada de esa aventura consumista y endogámica que la humanidad ve para sí desde los inicios de la revolución industrial y que, fuera de toda regla, se ha constituido como el canal a seguir por todas ellas. Oponerse a la moda es oponerse a la realidad, y eso desde pequeños se nos ha enseñado, es contrariar a la gran masa de la población, la cual quiere seguir las ideas de la mayoría; por lo que la minoría restante queda aislada, marginada y sumida en el culto de lo alternativo y underground, del vicio y de la corrupción, del cuerpo y del espíritu. ¿Queríamos una droga? Ya la tenemos, somos nosotros mismos.
"Lo que la humanidad puede soñar, la tecnología lo puede conseguir" Fujitsu
A menudo, algunos de los grandes hitos musicales del siglo XX se sirvieron de conceptos de la inustria del cómic para generar algunos de sus discos, sumidos siempre en ese concepto POP, el cual, venía a simbolizar esa tan deseada parcela de libertad que sólo a partir de los 80' no hubieron conquistado en toda su dimensión.
Y aunque persigamos un ideal noble y seamos pertinaces en nuestros objetivos -por otro lado incuestionables- tanto en el método como en lograrlos, siempre caemos en esa corrupción, esa contracultura del estilo, que tanto queremos rehuir pero que sigue fascinándonos. Para ello, el hombre de hoy posee una larga lista de "leimotivs" para dar rienda suelta a sus instintos más perversos y sádicos. Eso, por lo menos, tiene mucho más que ver con esa mujer "artificial" de la que hablábamos ya que un nuevo ser, rara mezcla de mujer y hombre ha nacido. Otra mentira más. Pero no creo que necesitemos contar que la transexualidad es algo que se remonta a la época de Alejandro Magno; nos alargaríamos demasiado en nuestras disquisiciones y no es precisamente lo que buscamos aquí. Por tanto, ya tenemos a ese híbrido, ese factor X que trasgrede todo lo que somos, tanto por una u otra parte. Ya no se trata de ser o no ser sino sólo del qué somos en realidad, y aún más, hasta dónde llegaremos en la liberalización de nuestro cuerpo. Algunas de estas preguntas retóricas, o sea, que no buscan la respuesta porque ya la han encontrado, son las que nos hacemos a veces cuando nos hablan de estas cosas. Siempre que podemos, tratamos de evitarnos malestar al no dar esas respuestas, en una extraña mezcla de respeto y pudor por ese prójimo al que no sabemos identificar ya que no sabemos lo que es. Pero para sincerarnos, tenemos que decir que sí sabemos lo que es. En sí, no es más que ese factor X, esa tan repudiada por todos realidad que negamos continuamente y de la que, en más o en menos, nos alimentamos de ella. Si no es así, coged un periódico cualquiera y adentraros en la página de contactos y veréis que en los últimos años, a ese ser humano (ya sea hombre o mujer), ya no le motivan ni el sadomasoquismo ni las prostitutas (sean del país o sexo que fueren). A ese gran corrupto que se las da de gran hombre (o gran mujer), que fantasea de noche con otras mujeres u hombres mientras duerme con la suya, busca en lo inhóspito, lo oscuro, su vehículo de escape, y es precisamente en ese principio de bisexualidad que se encuentra en todos nosotros aquello con lo que ese ser sueña en cada momento. Pero al fin, ya no tiene porque soñar con algo que no existe ya que la ciencia lo ha creado para él. Como dijo una vez Peter Pan, "cualquier cosa es posible si la deseas intensamente". Y he aquí que hasta con eso se dio en el clavo. Y esa ciencia que hizo convertir al hombre en mujer o la mujer en hombre no es más que el arma de la belleza del siglo XXI: la cirugía estética. Lo que la naturaleza no pueda resolver, el modelismo genético y los implantes de silicona lo harán por ella. De eso se trata, de un cortar y pegar. Pero, bien pensado, una vez hecho todo eso, ¿qué nos queda? ¿Continuamos siendo nosotros o hemos evolucionado? No me toca a mí decirlo ya que el hablar de eso podría ser prejuicioso e incluso tendencioso ya que muchos conceptos patológico-sociales e incluso sicológicos se derivan de ello, pasando por la no menos agradable cuestión laboral. Y es que en parte se trata de eso. Lo cual nos hace incidir directamente en el objetivo final de nuestras pesquisas:La industria del "porno". Un culto de masas que en los últimos años se le ha brindado unos honores que en mucho tiempo se le habían negado. He aquí la más pura sublimación de la realidad erótico-social que hasta aquí les hemos venido contando. Es precisamente en el fenómeno social que hace poco más de treinta años se vio como una satanización de lo erótico con el tan aclamado filme "Garganta profunda" que, a día de hoy se ha convertido en el exponente más claro de la libertad de expresión de la que gozamos. Otra mentira, y gorda, ya que si observamos la historia de lejos podemos ver ejemplos parecidos en textos en sánscrito como el Kamasutra o incluso en el libertinaje existente en la antigua Roma o en la Grecia clásica, lo que significa que el sexo, como modelo y parte integrante de nuestra sociedad, también había estado desacralizado. No obstante, aunque en esos periodos históricos se fundamentó como algo normal, desmitificando todo pudor o gusto obsceno que tenía que ver con el placer carnal, nunca se vio como algo comercial, si bien sí lo era en cuanto a la prostitución, nunca lo sería como un espectáculo en sí mismo. Es por ello que esta evolución del erotismo que ha venido hasta nosotros, ha convertido esta industria, que no engloba tan solo lo cinematográfico sino también todo tipo de juguetes y artilugios que confieren el placer más intenso en las zonas erógenas de nuestro cuerpo, en ese modelo sexual que durante tanto tiempo tardamos en conquistar.
Ya en los 80', revistas como Zona 84 o Metal Hurlant, con autores como Richard Corben o Esteban Maroto, se plagaron de ilustraciones con un fuerte contenido erótico. Historietas en las que la figura del superhéroe era interpretada como un personaje normal, ni con más fuerza ni con más poderes que otros, hecho que pudo resarcirse de la ingenua figura irreal que hasta el momento había desempeñado. Unos años más tarde, en Japón, un nuevo género de cómic, el "manga", encontró un mar de posibilidades en un nuevo terreno antes intransitado, inventando un cómic para adultos que hasta ahora no se ha podido igualar por sus homónimos europeos y que atrae millones de seguidores: el "Hentai".
Empero, sólo se intuye como espectáculo en sí mismo aquél que ha hecho de actores y actrices como Nacho Vidal, M. Cortés, Lucía Lapiedra o Sandra Uve, estrellas de un nuevo género que arranca dentro del cine pero que huye de él como la peste, recreándose en algo interno, visceral, nuestro: el culto al cuerpo. Un culto un tanto sexual, eso sí, pero no exento de unos conceptos inherentes a nuestra existencia. Ciertamente podríamos creer esa postura como algo materialista y es que lo es. Pero si ahondamos en la esencia misma de lo que somos y contemplamos nuestra existencia como seres vivos, veremos que uno de los aspectos principales de nuestro modo de vida radica en la reproducción. Las primeras leyes de la biología, en tanto a existencia y culminación de la especie convergen en tres estados de existencia: nacer, reproducirse y morir. En cambio, nosotros, a diferencia de las otras especies, poseemos la capacidad de razonar el sentido de las cosas, algo que hace inventarnos nuestras propias normas y códigos de conducta. El sexo, en tanto a que acto sexual se refiere no es algo malo. Tan solo las consecuencias que deriven del mismo podrán ser consideradas de ese modo o no. Y ahí viene nuestra conciencia y un concepto más religioso que ascético que se llama ética, el cual converge directamente en otro, que el que deviene por ley como obligatorio y se llama civismo. No obstante, existe un tercero que, gracias a la voluntad del Hombre en hacerse amo y señor de sus propias libertades ha adoptado como suyo: el Placer. Éste último ve al sexo (a difererencia de un acto de transmisión universal y necesario para la procreación humanas), como un elemento que da placer y, en sí mismo, recrea las formas más variadas y extenuantes para presentar como posible esa idea hasta las últimas circunstancias.
Dentro de la filmografía pornográfica podemos ver distintos subgéneros donde las escenas de contenido erótico se mezclan con unos diálogos que se prolongan de forma más o menos extensa en toda la película (películas de serie Azul o de porno blando, p. ej. "Calígula" de Tinto Brass) hasta las que vierten un alto contenido sexual en la mayor parte de las escenas y secuencias (Hard-Core, XXX, XY, X, XX).
De los últimos cómics aparecidos en España, Rubber Flesh (carne de goma), ha sido uno de los que han descrito la mujer del futuro de una forma más o menos objeto, tal como antes indicábamos. Esa miniserie nos narra diversas historias de Monika Ledesma, una programadora de una empresa informática que es víctima de un experimento tras sufrir un mortal accidente. Miguel Ángel Martín nos dibuja una forma alternativa de ver el liberalismo de la mujer en un futuro no muy lejano, en el que los hombres se han convertido en mero objeto de deseo para las féminas y éstas son perseguidas por silicoides, un prototipo de androide que sólo tiene dos pensamientos en la cabeza: follar y destruir. La protagonista, Monika, representa la personificación de una devoradora sexual con cuerpo de modelo y hecha de biosilicona, la cual resulta ser inmortal, ya que su cuerpo tiene la capacidad de regenerarse al completo si recibe algún daño. Tan solo pueden matarla las pistolas que usan los silicoides, las cuales derriten toda sustancia, sobre todo la silicona. Una visión muy surrealista del futuro vista por el que fue galardonado con el premio internacional Yellow Kid 99', como mejor autor del año pero, que sin lugar a dudas pone de relevancia algunos de los conceptos tan arraigados a la mentalidad de la mujer del siglo XXI, hecho podríamos decir que profético, ya que algunos años más tarde, en 2010, se estrenará una película X cuyo argumento se instala en un futuro cercano donde el Planeta es dominado por diferentes bandas anarco-punks y al principio de la cual se pasará una "secuencia de dibujos animados" en el que se recrea los diferentes actores y actrices que salen en la película.
Últimamente, en un programa llamado Mundo X retransmitido en Canal+, se trivializó sobre este cine como un sustrato del Arte. Yo no me atrevería a decir tanto, ya que el concepto de cine en él ya es bastante atípico y penoso -dada la poca argumentación en diálogos e hilo conductor de los que dispone- para poderle atribuir tamaña idea. Mas, quizá ponemos frecuentemente en duda su calidad gracias a esa radicalización de lo prohibido y frecuente mentalidad caduca y nada liberal que aún nos condiciona. Quizá porque no nos hemos liberado del yugo de que nuestro cuerpo se hizo por algo más que trabajar y procrear, dejándonos facetas como el sexo como algo particular e íntimo que sólo nos atiende a nosotros mismos y a nadie más. Quizá porque pensamos que esas películas se basan en ser eso, películas, y no el resultado de la exploración por algunos de los rincones más inhóspitos donde habita el placer. ¿No yace acaso allí el arte que todo artista precisa, y con él, el gozo del espectador que distingue lo banal de lo que le divierte, causa y efecto de que lo que el arte en sí debe expresar en toda su dimensión para poder captar la atención del público? Tan solo llegando a este punto amoral, y a su vez ascético, de estudiar todos estos conceptos comenzaremos a encontrar algunas dudas hacia nuestros razonamientos anteriores. Sólo así podremos llegar a entender y conceptualizar nuestros antiguos prejuicios para buscar la lógica que los envuelve. ¿Es eso malo e inmoral? No lo creo. Lo verdaderamente inmoral es creer entenderlo todo sin entender nada. Es luego cuando nos cubrimos con el suave velo de la ética para "justificar" nuestros actos y materializar verdades y códigos inmutables que no son más que burdos intentos de ocultar la realidad. La ciencia ha evolucionado, sí, pero fruto de ese consumismo exacerbado ha sido posible evolucionar hacia estados más íntimos de libertad que hasta hace bien poco sólo eran un mito. Y con eso no quiero ni pretendo ser apóstol del libertinaje como pudieran entender algunos individuos de mente estrecha, ni tan solo promover el sexo y la pornografía como algo necesario sino para hacer comprender que la verdad está en todo y si no damos ese paso que nos haga estudiarla de un modo entero sólo nos quedaremos por el camino. Un camino estéril que se nos hará inmensamente impersonal en la medida que avanzamos en nuestras vidas, creyendo ser esa mayoría que adora la belleza y la estética, gente con gran clase y tesón que, lejos de circular por el camino de la verdad, nos iremos anclando en unas ideas postizas que nos aislarán más y más del mundo en que vivimos, creyendo estar en lo cierto en algo que tan solo esa minoría que tanto despreciamos, posee en toda su concepción.
Copyright:
Introducción y artículo:
Ángel Brichs©
Escritor y crítico literario
1 comentario:
Nada es lo que parece: http:://opalazon.blogspot.com
Feliz Año Nuevo.
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