Pero, ¿por qué les cuento todo esto?-se preguntarán. Verán, yo siempre he creído que la literatura no le debe ni tiene nada que ver con el mundo de la historieta. Pero, si nos paramos a discurrir un poco sobre ese tema, veremos que existen algunas lagunas. Por la década de los años treinta, y como consecuencia de la supercolonización y el nacimiento de determinados movimientos político-sociales, y como si de un retroceso histórico al romanticismo se tratase, surgió un nuevo tipo de literatura que combinaba el género de aventuras con lo fantástico e incluso terrorífico. Autores como Burroughs, Lovecraft o el mismo Robert E. Howard, fueron un claro ejemplo de ello. Ahora bien, no fue hasta finales de los años setenta, como si de un reverso a una nueva moda retro se tratara, que no retrascendió otra vez el género de la fantasía heroica, acaudillada en todo lugar por el ya entonces desaparecido texano R. E. H.. Y gracias al caldo de cultivo que ejerció la industria cinematográfica y la del cómic, se verticalizó una nueva época de oro para ese tipo de literatura, con nombres aún recordados como L. Sprague de Camp o Michael Moorcock con su Dorian Hawkmoon, Corum o Elric de Melniboné. Pasados unos años, en el 1998, la Editorial Planeta y Forum, se pusieron de acuerdo, tras conseguir los derechos del albacea de R.E.H. y tras realizarse la película de A. Schwarzenegger, Conan the Barbarian, el reeditar en versión castellana el cómic que ya lanzó Stan Lee y la Marvel en los setentas. Es mi deseo -y no porque los otros dibujantes o guionistas lo merezcan menos- realizar un cálido homenaje a Barry Windsor-Smith, autor londinense y compatriota mío, al que siempre he admirado su dibujo, mezcla de una estética modernista (al más puro estilo Mucha) y un claro toque superheroico, del que este año se cumple el 60º aniversario de su nacimiento; y de igual forma a Roy William Thomas, por sus magníficos guiones, por estar provistos de una riqueza literaria raramente vista en este formato impreso, y que avanzándonos al año venidero, el que se celebrará su 70º aniversario.
Creánme, me costó mucho emprender la determinación que me hiciera tomar la fuerza de voluntad necesaria para escribir este artículo, pero dado que un doble aniversario no se ve todos los años, y menos de unos portentos editoriales como los citados, no me fue difícil dar vida a las notas disgregadas que tenía sobre mi escritorio. Y éste ha sido el fruto de ello. ¿Mi criterio al respecto? Si he de serles sinceros, no estoy en contra cuando los críticos no mencionan al cómic como un formato literario. Pero, cuando se reúnen en un mismo ámbito, o sea, una revista, fanzine, historieta, una mezcolanza de dibujo clásico y un guión más de relato que de teatro, y la unión de los dos aflora los sentimientos del lector-espectador, ¿no es acaso arte lo que se ha reproducido? Ciertamente no todas las historietas o novelas gráficas -como se las conoce más hoy en día- no están a esa altura, pero no es raro de ver en toda la historia del cómic-book internacional casos muy similares al de Roy y Barry en la serie de Conan, aunque no siempre unidos con el sustrato alegórico que representa el otrora ingente talento de su creador: Robert E. Howard.
©Ángel Brichs Papiol
©Ángel Brichs
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