¿Qué lecturas os seducen más?

lunes, 22 de febrero de 2010

PIELES DE GOMA (prosa breve)








“No había suficiente crema espermicida en el mundo para lo que quería hacer. Lo malo es que la bojigua podía tragar mucho y yo, en ese ámbito, no podía complacerla.”

Abi Pap



Una suave brisa acariciaba la larga cabellera de la joven, la cual, provista de interminables ondulaciones, danzaba al viento como si un pájaro enorme la sujetase.
Una cara redondeada, con facciones arqueadas y severamente marcadas, se enrojeció ante mí al verme pasar por la boca del metro en dirección a los andenes. En una fracción de segundo, una juvenil y atractiva cara llamó mi atención. Atrás quedaban los pantis ajustados y el sable de la guerrillera que hacía la esquina. Había pasado frente a la fruta prohibida y no me paré a contemplarla más de cerca. Tenía que seguirla. Alcanzarla. Debía hacerla mía. Subí en el coche número seis; el número de la “suerte”, según para quien, claro. Por fin la hallé; se encontraba sentada en una butaca; al sentarme en la de delante suyo, torció el gesto.
Unos segundos más tarde, unas débiles pero sutiles miradas, lanzadas como dardos mortales, fueron mancillando mi ánimo y moral.
Ya sea fruto de mi pasión o de mi corrupta personalidad, lo cierto es que aquella colorada faz infantil, llena de pecas y trenzas, me estaba poniendo a tope. Mi subconsciente me decía “cógela y fóllatela”. Sin embargo, en un esfuerzo para autocontenerme, sólo dejaba que mis ojos me delatasen. La de cosas que se pueden decir con ellos, sin tocar, sólo con ver. Como un theremín de una película de Lugosi, iba acechando a mi presa. Ya la tenía a mi alcance. Ahora, tan sólo faltaba que ella cruzara esa delgada línea que separa un sí de un no.
De repente, el metro se paró. La muchacha que se hallaba sentada a mi izquierda se levantó y andó hacia la puerta para apearse en la solitaria estación. Luego, la joven que tenía delante mío, se puso de pie. Yo pensaba que se perdería de vista, sentándose en otra parte del vagón, ¡pero no! Se sentó a mi lado ocupando el asiento que había quedado vacante hacía unos instantes.
Aunque estaba sorprendido por el impulso repentino de la chica, algo no demasiado extraño tratándose de mujeres, tuve tiempo suficiente de apreciar unos pechos curvos y decaídos, dotados de un volumen suficiente como para gozar a base de bien, y que te permiten asirte a ellos sin perder el equilibrio. Si bien estaban claras sus intenciones, del mismo modo que en un partido de fútbol, el que tiene un porcentaje más alto de dominio de la pelota no tiene siempre la victoria asegurada. La conquista estaba algo lejos ya. Digamos que nos habíamos metido en un standby. Pero, ¿quién de quién? Una suave hinchazón en la frente me hizo entender que yo era el que había salido vapuleado. Algo no andaba bien. Sonó un móvil. Era el suyo.
Durante la conferencia, habló con un entrecortado acento argentino. Delante nuestro, una pantalla de cristal que hacía, a su tiempo de soporte y divisoria con la zona de desembarque, ejercía de abogado del diablo. Un juego de miradas y risas fingidas eran las únicas respuestas a mi incapacidad de girar la cabeza y mirarla en un cara a cara de verdad. No tenía nada que rascar. Había perdido mi oportunidad.
El tren frenó en seco. Todos los pasajeros se bajan. Todos, menos yo. La chica se incorpora y agarra un paraguas de la bandeja portaequipajes mientras que, en un intervalo de segundos, un pequeño tatoo con una flor y un cigarro descubren una barriguita desnuda que clama venganza. La cojo de la cintura. Grita. La amarro bien y la monto sin piedad. Las horas pasan y continúo dando de comer y de beber a esa joven, aunque curtida vagina que se presta a todo lo que le echen. De pronto, ella sonríe. Me tiene dominado. ¿O no es así? Es difícil decirlo. Y es que sin portería no hay gol que valga. Fin de trayecto.
Cuando descubrí que mi mente empezaba a fallar, una espalda que se mostraba cual peineta, alejándose hacia el apeadero de la ahora solitaria estación, hizo percatarme de mi error. El sueño era hermoso, pero la realidad difiere de la ficción. El deseo me quebró. Me había trastornado. Por ello yo había perdido mi oportunidad, y ella había ganado la partida.





Copyright:

Del relato:
Ángel Brichs©

Imágenes:
Abi Pap, 2010©


Publicado en este blog bajo el consentimiento del autor:
www.literaturadart.blogspot.com




1 comentario:

Soledad Arrieta dijo...

Otra vez, excelente.
Un juego de seducción bien articulado aunque perdido.
Esa mujer descripta, me recordó mucho a Rita, el personaje que aparece furtivamente en los viajes en tren del protagonista de Andamios (M. Benedetti). Quizás no tienen mucho en común, la entrega de Rita era inminente y la de este personaje es sugerente, pero está esa cuestión de la fantasía y de la realidad que en el libro citado tampoco queda clara, se funden, y en oposición a la reflexión final del personaje de "Pieles de goma", tal vez no difieren tanto y se suma la idea de una obsesión a modo de articulación.

Saludos.

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