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martes, 16 de marzo de 2010

La pinza erótica o cómo comprar obras de arte sin ningún lujo de detalles



'Amo a las obras de arte,
me satisfacen,
preservan mi ira,
anuncian todo lo que soy
y aquello que no he sido,
¡por ello te amo, arte!

Ángel Brichs



Barruntando ideas fugaces y líbidos de leyenda, perfilaremos la suave sinestesia que impone dotes al esquema mísero del significado que posee el arte para todos aquellos que nunca han soltado prenda con él. Sí, sí, no hablo de nadie más que del 'mayor' particular de ese sector: el marchand. Por muy bien que sepa de las siniestras razones que lo hacen posible o del simbolismo que éste entraña, aquel comerciante de corazón helado sólo grita lo que quiere para anunciarse ante aquellos que le harán más vivible y más 'gozable' su existencia.



'Actuamos como una especie de comadrona que trata de interpretar los deseos de nuestros artistas y las necesidades de los coleccionistas privados y los museos.'

BRENT SIKKEMA,
marchante neoyorquino



Cuando abrimos un periódico de par en par y leemos noticias como la del efecto fetichista que han causado los trajes de las 'flying attendant' de la JAL, los cuales nos aparecen como burdos conejillos de indias de un cosplay perverso y misógino, nos damos cuenta de ese valor vicioso y codiciado que representa en sí mismo el coleccionismo a gran escala. Si alguna vez, por remota que sea, nos hemos hecho la pregunta a razón de por qué y cómo se mide el valor de las obras de arte, o con qué pretexto o premisa se deben calcular, nos llevará a hacernos otra pregunta, que, aunque muchos a priori no se den cuenta, mantiene una siniestra relación con la primera: ¿Por qué la mayoría de pintores y/o artistas en general, al menos los más codiciados, fueron aquellos que nunca acabaron los estudios? Da qué pensar, ¿no?
Si dejamos volar un poco nuestra imaginación y decidimos hallar en la 'valorada' fórmula de la especulación la respuesta a nuestras pesquisas, descubriremos que una antagónica relación entre el artista y el mundo académico ha sido, fue y sigue siendo uno de los sustratos directos de la misma existencia del arte.
A lo largo de numerosos períodos generacionales de nuestra historia el arte fue perseguido en sus conceptos más básicos así como también el mismo artista, el cual sufrió en sus carnes el fruto de la incomprensión y el desprecio sociales. Luego, si esas mismas carencias tan ufanamente elididas en la sociedad actual siguen siendo mal vistas, ¿por qué adquieren precios de leyenda? Para entender eso o, al menos encontrarle la lógica para su existencia, deberíamos leer epígrafes como el que escribió Oscar Wilde en su obra póstuma 'De profundis':



'No deploro ni un solo instante de los que he dedicado al placer. Lo hice plenamente, como debemos hacer todo lo que hacemos. No hubo placer que yo no experimentase; eché la perla de mi alma en una copa de vino; descendí por el sendero florido de margaritas al son de las flautas; viví de panales de miel. Continuar la misma vida hubiera sido un error, pero abandonarla habría sido una limitación. Debía de ir adelante; la otra mitad del jardín tenía también mis secretos para mí.'




El arte no radica en el método, ni siquiera en el valor sino en el poder, en la corrupción de la carne; en el mismo hecho de reunir todo lo malo en menos de dos metros por uno y medio y exponerlo sin ningún tipo de prejuicio.
En China tienen un proverbio: 'las cosas buenas no las sabe nadie, las malas todo el mundo las conoce.' Eso tiene doble significado pero, ciñéndonos al que aquí procedemos a valorar, entenderemos porque una ínfima parte de los artistas tienen éxito, dado que, como dice el refrán, son los más desconocidos. Eso es porque el artista famoso nunca pone el precio de su obra sino que se lo pondrán otros por él.
El artista es un ser vacuo, inexistente, efímero. Carnal. No vale nada. Es un útil de deseo, que, igual que el 'beso alado de la ninfa' para los mortales, es manipulado a su antojo por aquellos que nunca, por muchos recursos que tengan, títulos, propiedades y, sobre todo estudios, nunca podrán crear ni concebir por sí mismos. Es por esto, por tanto, que hacen posible ese mercado continuo y ficticio que enaltece el precio de las obras y su 'ego'.
He aquí en esa antítesis la prueba palpable de la existencia del arte más imperecedero. No hablamos de un principio ni de una idea sino de un objeto de comercio, pero un objeto que, como artículo o prenda inalcanzable para la mayoría de la sociedad, y todavía más, de la ineptitud creativa, esa inocencia clásica de Oxford y deseo de poder de aquellos dandis que quieren comprarlo, donde yace toda la rivalidad, tan primitiva como el artista del que se cotiza su obra. Ésta es sin duda la base sináptica, dinámica e irracional que todos los poderes conjurados han creado sobre y para el arte. Sólo así, en el despropósito más absoluto será posible y explicable pagar un precio irracional de algo 'tan' racional. He ahí la dinámica del negocio. Más allá, un gran vacío espiritual y de valores mundanos; y en los extremos indeterminados, cada día más ignorado, aquel arte que a nadie verdaderamente le interesa.





Copyright:


Del artículo:
LITERATURA DEL MAÑANA©


con la ayuda de:
Ángel Brichs
escritor y crítico de arte

1 comentario:

Josep Cárceles dijo...

Apreciado cronista de la época en que vivimos:
Soy un pintor - escultor por vocación desde mi infancia. También dejé los estudios y mi única razón de vivir es para y por el arte.
Mis creaciones artísticas son fruto de una necesidad interior que me empuja a crearlas.
Ahora en el ecuador de mi vida, No entendería mi vida si no parara de crear, soñar y materializar mi mundo interior.
Mis obras las dedico principalmente para mi y para mi deleite. Y si alguien más las desea adquirir, se las vendo con dolor porque todas son hijos míos.
El artista para sobrevivir necesita vender su arte. ¡Pero hay de aquel que solo trabaja para venderla!.
Si tuviera que elegir, preferiría ser un Van Gogh incomprendido en su época que un Picasso alabado desde su cuna.
¿Porqué?
1º.-Porque soy leal y honesto conmigo mismo.
2º.-No voy con las modas efímeras.
3º.-Voy en busca de subliminar mi mundo interior con el verdadero arte aunque no guste ni se entienda.
4º.-No deseo el reconocimiento personal para hinchar mi ego.
5º.- Quiero que se valore en su justa medida toda mi obra. No la mano que la ha creado.
Por eso, ese mundo tan mercantilista y lleno de luchas de poder no lo entiendo ni quiero comprenderlo.
Sólo pido a Dios que me dé vida y fuerzas para que libremente pueda continuar creando sin ninguna atadura y no ser esclavo de ningún poder.
¡En la libertad emerge el verdadero arte!
Muchas gracias, querido Ángel por tu espléndido articulo y reflejar dolorosamente el sino del arte.

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