LDM
Cierto día escuché la canción de mi vida, y las palabras las pude registrar en mi cuaderno de notas; pero la melodía al no poderla descomponer en una partitura por no ser docto en solfeo… Comencé a silburrear las para mí, tan reveladoras notas de nuestra historia en este mundo del frío y el desamor entre las gentes.
Al salir de ese bar donde había hallado inconscientemente aquella tonadilla, que conmigo dejaba definitivamente aquel lugar hosco, y en donde nunca nadie llegaría a valorarla como yo lo hacía… Mientras estaba de espera en el aeropuerto de Madrid silbé de nuevo, dejando que las notas se impregnaran en un niño de unos cinco años, al que su familia acompañaba a unas islas de Australia. Todos oyeron la canción, pero sólo él guardó el recuerdo en su memoria.
Días después, aquel niño volvió a silbarle al oído la melodía de la canción a una niña enferma de leucemia, que conoció en un hospital al ser hospitalizado él con una neumonía. Seis meses después los padres de ésta, decidieron internarla en una clínica de Osaka; el viaje la cansó tanto, que agonizó a las pocas semanas de haber llegado… Sin embargo, antes de morir, la alegría y la paz la inundaron cuando sorprendió a su madre con mi canción.
La madre volvió destrozada a Atenas, donde había nacido y vivido su infancia. Estaba destrozada con la expiración de su hija. Entonces, quiso hacer algo bueno por los demás, y pasó la mitad de su vida en Angola ayudando siempre a todo aquel que lo necesitaba, y obsequiando con sus manos a quienes llegaban hasta ella. Se enamoró de ella un médico de Toronto, que había ido a realizar allí una labor humanitaria; su padre enfermó derepente cuando estaba de vacaciones en Brasil.
Coincidí con él en el aeropuerto de São Paulo.
Yo estaba triste y ojeroso; los años no me habían tratado muy bien y lloraba por el que yo creía mi último desengaño amoroso, en el que ya había apostado treinta y dos años. Entonces ese hombre me hizo olvidar todos mis problemas en ese preciso instante, cuando silbó de nuevo aquella canción perdida, que ni yo pensaba recordar nunca… La misma que su amada le chifló con suavidad antes de que se despidieran, la que fuera el mejor regalo para una madre desconsolada, la que fuera el beso entre dos niños que deseaban volver a verse, la que se compuso para desaparecer en una noche de primavera…
La misma melodía que ya había sido capaz de recorrer tantos lugares del mundo, se había convertido ya en la canción de la vida de muchos…
En la CANCIÓN de NUESTRA VIDA.
Del relato y de la imagen:
Introducción:
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