'Hacen falta a veces tres mil palabras para lograr describir, con la fuerza y saña que imprimen Pablo Albert Martínez y José Felipe Alonso en su blog 'Los Tipos Duros No Escriben Blogs', relatos como el que aquí LDM tiene el gusto de presentarles. Sus autores: no existen. Ambos firman como Pike Bishop y Jake Gittes, dos gangsters de cuidado que no tienen muchos miramientos y que disparan balas por la pantalla sin fijarse demasiado donde rebotan. Lo cierto es que, pocas explicaciones bastan para anunciar a estos dignos herederos de las novelitas de serie negra de los cincuenta y sesentas ya que sus microrrelatos, mezcla de una novela gráfica de Bernet y un film de Serie B, hablan por sí solos'.
LDM
Johnny Stompanato
A Johny Stompanato lo encontraron en su casa de Beverly Hills, tumbado en la cama con el pijama teñido de sangre. Lana Turner y él habían tenido una de sus encendidas discusiones que, antes de que Johny utilizara la dialéctica de sus puños, se encargó de zanjar la hija de Lana con una cuchillada en el corazón que le seccionó la vida, cortándole una arteria. Aquella misma noche Dave Manilow, tras la barra del Korova secando unas copas, me daba la noticia: 'Jonhy Stompanato ha muerto esta mañana'. Ante mi mirada inquisitiva, continuó sin dejar el trapo: 'un problema cardíaco'.
Lo cierto es que Johny nunca fue de mi agrado. Era un tipo duro de pelo engominado y mirada plagada de faltas de ortografía, con innato gusto por los trajes de colores llamativos que bien podría haberle granjeado deudas con la ley. Aunque nunca tuve problemas con él, me despertó una antipatía instintiva desde la época en que se convirtió en habitual del Korova. Llegaba con su jefe, Mickey Cohen, ocupaban una de las mesas y pasaban la noche rodeados de chicas de moral lesionada. Aquella antipatía se transformó en odio justificado el día que se presentó en el Korova con Lana Turner. La actriz era una mujer voluptuosa de agresivas curvas y contundente belleza. Y la recuerdo aquella noche entrando al local con Johny, porque el botón en precario equilibrio de su blusa daba para escribir un libro de tres mil páginas. Llevaban varios meses liados y al pasar por Chicago no pudo resistir la tentación de visitarnos junto a una de las mujeres más deseadas del país. Johny, muy ufano, lucía su trofeo.
Mickey Cohen nunca creyó esa versión y sospechaba que había sido Lana quien había acuchillado a Johny cuando estaba dormido. Se resistía a creer que una niña hubiera asesinado a un tipo criado en un barrio en el que a cualquiera con menos de cinco detenciones se le consideraba sospechoso de ser policía. 'Es como si un tipo hubiera ido la guerra y lo único que hubiera resultado herido fuera su acento. Y luego, en casa, hubiera muerto de un corte de digestión'. Mickey no aceptaba que hubiese muerto de forma doméstica, le molestaba que uno de los suyos muriera en casa, armado solamente con un pijama. Algún tiempo después, pasó por el Korova y seguía reprochándole a Johny sus debilidades. Acodado en la barra, a mi lado, recordaba: 'Pike, se lo dije mil veces. Le advertí que algo así le pasaría. Le dije: muchacho, ten cuidado con ese juego que te llevas o una mañana cuando salgas a la calle te ajustarás la bufanda al cuello y solo encajarás el sombrero en el suelo unos metros más allá. Junto a tu cabeza'.
Copyright:
Imagen:
Abi Pap, 2010©
Introducción:
LITERATURA DEL MAÑANA©
No hay comentarios:
Publicar un comentario