¿Qué lecturas os seducen más?

martes, 31 de agosto de 2010

De nuevas y Platónicas (Opiniones, IV)




Una exultante mezcla de pavor y absurdez por contemplarnos demasiado nos ha llevado, en los últimos años, a una dependencia de los nuevos gurúes del conocimiento del s. XXI: los medios de comunicación. Con sus frases cortas -sentenciosamente dictadas- se nos han revelado, junto con la dinámica que nos vino de la mano del "speed time", convirtiéndonos en máquinas personales, que, cada día carecemos de más criterio y menos sentido común, de globalizar nuestras ideas por nuestros pensamientos, los cuales ya no valen nada en un mundo que ya no ama lo bello sino aquello que puede ser continuamente optimizado, y la obligación de pensar no es un requisito que está dentro de esa ecuación. Podría decirse, ahora más que nunca, de que hemos entrado en el fin de la época de la razón.


¿Quedarnos fritos delante de la pantalla? ¡Durante horas y horas! De un ordenador -ya sea portátil o de sobremesa- clónico o de marca, o de un televisor made in China, made in Vietnam o California space (cerca de Seúl), ¿qué importa ya? Oh, bien ¡qué atropello! -¡qué poco licencioso es este tío!-pensarán cuatro gat@s, de ésos que lo critican todo y dicen que ellos no se rigen por la tele, ni por el mouse, que no son adictos a nada, salvo a ellos mismos.
¿Creéis que no me he dado cuenta?, os digo. Pero a mí no me importáis, no me dice nada un quince por ciento de la población. Es el otro el que me hace salir a flote. Esa totalidad del género humano que yace -de nuevo- en las tinieblas más absolutas. Impedido, narcotizado, huido de la realidad, vindicando un comportamiento que le esconde del resto, para mostrarse, y que no es suya sino de otro y de otra y otro más, una moda que los acompleja, que trasunta más máximas que nunca y busca en los límites de todas las cosas un sentido alegre -y mentiroso- para ilustrar el perfil de nuestras vidas necias y aterciopeladas. Nuestra idea, ¡gran idea!, de asirlo todo con las dos manos, argumentando que todo es demostrable, nos teletransporta a un empirismo radical que todo lo mueve, una objetividad que nos hace resumir cuando es hora de inventar, platicar o argumentar; un hambre y ganas de simplificarlo todo corroe nuestras entrañas, injerta prisa a nuestras venas y sacude los límites de la condición humana, arrojándonos, sin remedio, a un caos de la razón nunca visto hasta ahora y que a todos y todas nos envuelve.

Está claro que uno de los vicios de las personas y causa del noventa por ciento (clínicamente probado) del aumento de la depresión y de otras enfermedades mentales es el exceso de pensamiento. Quizá por ello nos limitamos a pensar en aquello que es importante dejando abajo, más allá de los glúteos, lo que no. Pero hay que advertir una gran indiferencia que nos hace más vulnerables ante las modas, perdiendo la capacidad -o interés- de discernir acerca de algo que puede ser considerado como un principio irrevocable. Pero es ahí donde confundimos la falta de voluntad en criticar o posturar acerca de un hecho determinado con lo que real y verdaderamente nos han enseñado durante los últimos veinte años: esa misma y constante negación de todo aquello que no interesa, es improcedente o sobre lo que, simplemente, existen dudas. Lo que no nos damos cuenta es de que con ello nos acercábamos a una nueva era, donde lo superficial ganaba la partida a la razón, al criterio, al pensar. Nuestros intereses han pasado de ser críticos con nosotros mismos a comernos todo lo que nos venden, ya fuere sabroso o amargo, dulce o picante.
Y ahora, cuando hemos querido evolucionar, en estos últimos años, hemos comprendido que lo único que estábamos haciendo era copiar, emular y remover las conciencias -las nuestras- volviendo nuestra mirada hacia el Dadá, la estética pop de los ochentas, el "old techno" y todas las variantes de una palabra que, ahora más que nunca, sabemos lo que significa: retro. Pero lo que no nos damos cuenta -todavía- es de que este guiso, que es cada vez más espeso, llevaba durante todo ese tiempo las mismas letras de esa palabra maldita que nos condujo a éste: psique.




Copyright:


Artículo:
©Ángel Brichs.

Imagen:
©Wikimedia commons.


Publicado en este blog bajo el consentimiento de los autores:
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