¿Qué lecturas os seducen más?

martes, 24 de agosto de 2010

“El Ángel de la Guarda”, de Anna Skora (reseña)

Aunque no es frecuente que nos pongamos a analizar libros de autores que nos los han remitido vía e-book, hicimos una excepción con esta escritora polaca.
Leer a Anna Skora ha sido, para los miembros de esta redacción, un reto casi tan agradable de emprender como cuando decidimos empezar con la lectura -no terminada aún- de la novela ganadora del Planeta de este año, la cual está ambientada en la localidad donde, por coincidencias de la vida, también reside -en la actualidad- nuestra autora: Roquetas de Mar.






Fotografía (la segunda por la izquierda): Colaboradora en algunos programas de fomento a la lectura entre el público juvenil, aquí la vemos en una charla que realizó, el pasado 23 de febrero de 2010, en el Instituto de Secundaria “Algazul” (Almería).





Puestos ya los pies -y las manos- en la novela de esta recién descubierta autora; el caso que aquí nos trae, como vemos en el arranque del primer capítulo, Skora sigue, tal vez, el estilo narrativo de autores como Thomas Keneally o Michael Connolly, por no citar a algunos autores de la redescubierta escuela narrativa sueca, tan a la fama hoy en día, los cuales, al principio de sus obras nos introducen en el entramado de la narración no con meras apostillas, sino descubriéndonos -casi- un hipotético final, pero dejando ese halo de misterio que te hace continuar con su lectura.

El Dr. Filgmann muere en el “Palacio de Cultura y Ciencia” de Varsovia en el encuentro con unos periodistas a los que descubre su creación: un prototipo, de microchip, llamado “Ángel de la Guarda”. Si bien el doctor quiso, desde el principio, de que sirviera para controlar las reacciones de los animales domésticos, se le fue de las manos. Misteriosamente, cuando estaba a punto de contarlo todo, se queda catatónico y muere delante de ellos.
La autora, usa el perfil del narrador omnisciente, el cual ha caído en desuso en la novela de los últimos años pero, que, tras un primer vistazo clínico, el protagonista principal de nuestra historia, Tomek Borowski, se deduce como una pieza fundamental que nos ayuda a explorar un hilo argumental clásico en la novela de espías, eso sí, sin dejar de mantener un lazo de unión entre autora-protagonista, unión que se pudiera muy bien de evaluar -entre otras- en el origen polaco de ambos y su profesión periodística.


Si pudiéramos calificar en dos palabras a Tomek, en un sentido literario diríamos que es un “personaje redondo”, desde el punto de vista del lector, en cambio, podría decirse que la autora lo utiliza como una pieza de un dominó que nunca acaba de caerse, pero que en sus frenéticos viajes -que se dan cita durante toda la novela- y las intrigas, persecuciones y búsqueda incansable de “la verdad” lleva locas a todas las piezas del juego, llevando historias y más historias a su alrededor. Por eso y más cosas podríamos perfectamente apodarlo como un “messenger's tank”.


Dentro del espacio de los veintisiete capítulos, en los que se divide la novela, saltan historias y tramas que corren paralelas y que se cruzan de un capítulo a otro para entrelazarse al final.
Skora nos enlaza los capítulos como pistas. Un modo desordenado y “escalonado” de contar la historia, sin ser pedante y darle una excesiva “continuidad”, lo cual merece un interés por el lector, como podemos apreciar, acto seguido, en el capítulo 3, el cual hemos querido ofrecer como suplemento a esta reseña, y en el que podemos valorar tres cualidades de la prosa de esta escritora del este europeo: su sentido del humor, su semántica sencilla y de fácil entendida, y la amenidad lingüística de la que nos hace partícipes, facetas -aunque básicas en el entramado literario- necesarias de tener por cualquier escritor:




Capítulo 3

Borowski no era ideal, pero entre sus defectos no se podía decir que fuera estúpido. Aunque elegía una ruta absurda, el desconocido lo seguía, como lo esperaba. Sin embargo, en él también se fijaron las miradas de gente que habitualmente no veía por la calle: un hombre joven, con una chaqueta de piel negra y un bolso rojo de mujer bajo el brazo. Eso le había dado una idea, para perder la compañía. Cruzó una calle sin prisa y se detuvo frente a un gran edificio. Allí, en un letrero ponía: "Hospital Psiquiátrico de Santa Magdalena". Este truco ya lo había usado varias veces. Su primo que trabajaba allí le agradecía los momentos de diversión, interrumpiendo de vez en cuando la rutina diaria. Tomek sonrió para sus adentros: "Con este bolso parezco un idiota, pues voy a jugar el papel de un idiota." En dos saltos pasó el porche y poniendo una cara de loco entró al vestíbulo. En la recepción había un mostrador y cuatro mesas para presentar las peticiones, donde trabajaban personas vestidas con los delantales azul celeste. Una mujer ocupaba un puesto rellenando un impreso de solicitud, pero los demás, en este momento, sólo se encontraban poniendo al día tareas de burocracia, ordenando las bases de datos y preparando la correspondencia. Cuando en la puerta apareció el muchacho con chaqueta negra y bolso rojo bajo, todo el mundo levantó la cabeza. Tomek esperaba que hasta allí llegase su indeseable compañero y convencerle de que no le haría falta espiarle más.

Le guiñó un ojo a la muchacha de la primera mesa y le susurró al oído:
– Llama a mi primo, por favor, vamos a montar una escena. – La mujer sonrió, se levantó y fue a buscar al doctor Drust.
Justo en este momento la puerta se abrió y entró el hombre que espiaba a Borowski desde su salida del Palacio hace una hora.
– ¡No me podéis dejar así! – de repente gritó Tomek. – ¡Quiero hablar con el doctor Drust! ¡Soy su paciente y tengo que hablar con él ahora mismo! – seguía gritando.
– Puede usted sentarse y esperar, ya llamamos al doctor Drust – dijo una enfermera cogiendo a Tomek del brazo y dirigiéndolo a las sillas de espera.
– ¡No! No puedo esperar. Ya está aquí. Mírele. – Tomek se dirigió al hombre con abrigo gris que estaba de pie al lado de la puerta. – Me siguen día y noche, ¡quieren matarme! – Acercó su cara al rostro del espía. Así podía memorizar los detalles de su rostro y a la vez asustarlo. Luego dejó que la enfermera le llevase a la silla mientras un vigilante de seguridad del hospital intentaba tranquilizar al intruso:
– Usted no se preocupe. A este pobre chico ya lo conocemos. Yo no entiendo nada de los locos, pero él viene aquí cada semana. El doctor Drust le ingresa y luego lo suelta, dice que su paranoia es incurable.

Del ascensor salió un hombre alto y rubio, de más o menos cuarenta años, vestido con una bata blanca de médico. Tomek se dirigió a él.
– ¡Doctor! Suerte que ya está usted aquí. Otra vez les veo. Me siguen y uno de ellos me quería quitar mi bolso. – Con cariño abrazó el bolso rojo mientras continuaba la farsa. – Sé que no hace juego con mi chaqueta, pero es mi bolso favorito.

El doctor Drust notó la presencia del forastero en el fondo del vestíbulo, se acercó a Borowski y le miró. En un segundo comprendió la jugada.
– Cálmate, Tomek. Nadie te va a quitar el bolso–dijo el doctor, como si estuviera hablado con un niño pequeño, intentando ocultar su divertimiento. –Hay que llevar el paciente a su habitación. Doña Eva, ¿puede acompañarle?
– Por supuesto. Tomek, vámonos. Aquí no te pasará nada malo, tomarás una pastillita y todo irá bien. Ya lo verás. – La enfermera tenía una voz dulce y relajante. Cogió a Tomek bajo el brazo y le llevó al ascensor.

El doctor Drust se acercó al desconocido que observaba toda aquella escena con un visible disgusto y le preguntó:
– ¿En qué puedo ayudarle?

El espía pareció sorprendido por el transcurso de los sucesos. No esperaba que el doctor le atendiera tan directamente, no tenía ninguna excusa preparada. Improvisó:
– Vi a ese chico en la calle. Daba la impresión de que estaba asustado, le quería preguntar si se encontraba bien. Entonces, se echó a correr hasta aquí. Entré para asegurarme de que estaría en buenas manos. De verdad, doctor, ¿qué le pasa?
Drust podía haberse creído una explicación tan benevolente, pero conocía bastante bien a su primo y su estilo de vida, por eso estaba convencido de que aquel hombre no tenía unas intenciones tan claras. Pero no conseguía adivinar su pensamiento.
– Es un caso bastante complicado. Si usted no tiene prisa, le invito a un café y se lo cuento. Pocas veces tengo la oportunidad de hablar de mis pacientes amenamente con alguien ajeno al mundo de los psiquiatras. Para mí será todo un gran placer – mentía con facilidad. Le encantaba la idea de meter aprieto al espía.

El agente de la T estaba totalmente despistado y, por cierto, no sabía cómo reaccionar. El objetivo de su espionaje quedaba encerrado en el edificio y no iba a ser necesario hacer guardia en la misma puerta de su habitación. El doctor le pareció un hombre sincero y, lo más importante, era una posible fuente de información sobre el objetivo.
– Es que de verdad no tengo prisa – dijo fingiendo perplejidad.
– Pues, estupendo. Aquí tenemos una "mini-cafetería" para los empleados del hospital, podemos sentarnos tranquilitos allí. – El doctor abrió la puerta de cristal y le llevó por un pequeño pasillo hasta una salita con dos mesas y dos maquinas, una de café y otra de refrescos.
Cuando ya estaban sentados con dos vasos de plástico llenos un líquido que intentaba simular a un buen café, Drust preguntó con plena serenidad:
– ¿Cómo se llama usted?
– ¿Yo? Hm… Stephen. Sí. Stephen… – el agente buscaba en su cabeza algo que se pegara bien con este nombre. Sorprendido de su inteligencia, sin pensar, disparó: – Stephen King.

El doctor se echó a reír:
– Y yo soy Bond, James Bond. – De repente, notó que solamente él se reía. De todas formas, ya había conseguido crearse una opinión acerca de su interlocutor. – Lo siento, ha sido una broma de mal gusto. Pero dígame, Stephen – a Drust le resultó difícil aguantar la risa. –¿Por qué te preocupó el comportamiento de Tomek en la calle? ¿Hizo algo?
– Ya lo dije antes. No lo puedo explicar más claro. Vi a un muchacho que echaba vistazos alrededor, como asustado o buscando algo… yo que sé. Sentí pena por él.
– Entonces igual que yo. Conocí a este chico hace años. El pobre sufre una psicosis maniaco-persecutoria. En realidad es incurable, aunque probé ya la farmacoterapia y la electroterapia. Ninguna de ellas dio resultados. Todavía sufre recaídas como hoy. Está convencido de que alguien le sigue o le quiere hacer daño. Pero todo esto no es nada más que un síntoma de paranoia. No tengo razones para mantenerlo ingresado permanentemente, porque su comportamiento no incluye agresión. Cada vez, cuando se encuentre mejor, le mande a casa; no obstante, tarda poco en volver. Lo peor es que Tomek es un huérfano y que vive solo, pues el único apoyo lo tiene aquí. Este hospital es su hogar y nosotros somos su familia. – Terminó de manera conmovedora.

Como director del hospital, no había decidido montar las cámaras en la mini-cafetería por razones económicas. Ahora lo lamentó. Le gustaría ver la cara de su primo escuchando la historia que acababa de inventar. Se quedó pensativo, y se le ocurrió otra idea.
– Que triste – dijo Stephen King.
– De verdad que sí. Y el bolso rojo que llevaba ¿te llamó la atención? – preguntó el doctor.
– Claro que sí. – contestó el espía con cara de poca inteligencia.
– ¿No pensaste que Tomek puede ser…? – sonrió ambiguamente y, sin esperar a la respuesta, continuó: – No, él no es gay, aunque si estás buscando una aventura de tipo homosexual, a mí me tienes aquí. – El doctor tocó la mano del agente. – Di, ¿te gusto?
El espía saltó poniéndose colorado, difícil reconocer si de rabia o de vergüenza. Empezó a soplar y, durante un buen rato no pudo articular ni una palabra. Al final, gritó:
– ¡No! Todo esto es una gran equivocación. – Se tiró corriendo a la puerta. – He de irme. No estoy buscando aventuras con maricones.
Y con estas palabras salió del hospital psiquiátrico de Santa Magdalena acompañado por el doctor Drust, que no paraba de reírse.
Mientras el doctor se ocupaba del espía, Tomek entró al ascensor con Eva, pero no subió a la planta, sino los dos bajaron al aparcamiento.
– Veo que otra vez has metido las narices donde no debías – dijo Eva.
– Imagínate que a este juego me invitó un hombre llamándome anoche. Pero no sé si lo puedo considerar una invitación, ya que está muerto desde hace unas horas.
– Deja de bromear, Tomek – didió Eva con una ligera sonrisa.
– Te digo la verdad, pero ahora no tengo tiempo para explicarte todo. Algún día, ¿de acuerdo?
– Vale, pero prométemelo. –La vida de Tomek para Eva parecía un misterio impresionante.
– Te lo juro por mi honor.
Salieron del ascensor. Borowski ya había usado varias veces el camino de emergencia del hospital, no le hacía falta guía, así que se despidió rápidamente:
– Gracias, Eva, y hasta pronto. – Y le dio un besito en la mejilla.
– Venga, cuídate, loco.

Tomek cubrió el bolso rojo debajo de la chaqueta y corriendo rodeó los coches del aparcamiento. Luego, pasó a través de los contenedores de basura, en el patio trasero del hospital. En unos minutos ya estaba en la calle Picasso, saltando por la escalera en el bloque número 12, donde vivía. Llegó a su piso y cerró la puerta detrás de sí. Respiró.
***


“Una novela divertida, amena,
con un lenguaje sencillo, que atrae al lector”.


Ángel Brichs,
Escritor y crítico
literario
Miembro del AELC
www.escriptors.com .







El apunte:


Título: El Ángel de la Guarda
Género: Novela (Ficción-espionaje)
Autor/a: Anna Skora
Editorial: Círculo Rojo
http://www.editorialcirculorojo.com
info@editorialcirculorojo.com
216 páginas
ISBN nº: 978-84-937235-4-5
Precio:
13,95 €
También disponible en e-book (Consultar).












Anna Skora (Wroclaw, 1976) estudió estudió Psicología en la Universidad de su ciudad natal y, a la vez, terminó la licenciatura en Turismo. Su pasión por la literatura la empezó ya desde muy joven, ganando varios concursos literarios en su país y trabajando, más tarde, para varios periódicos a nivel nacional. Debido a la enfermedad de su hijo, en 2004 emigró a España en busca de buen clima y puso raíces en Roquetas de Mar (Almería). En 2009 publicó su primera novela escrita en castellano: “El Ángel de la Guarda”.
Uno de los grandes objetivos de esta autora es el fomento de la lectura al público juvenil, hecho que llevado a cabo, repetidas veces, en los colegios de Almería, Granada, Jaén y Motril, presentando la literatura como una faceta imprescindible para el intelecto y progreso de la inteligencia humanas.
En tan sólo unos meses, el libro "El Ángel de la Guarda" ha “volado” litreralmente de las estanterías de todas las librerías. Ahora, la escritora -en cooperación con el Ayuntamiento de Roquetas- ha lanzado una segunda edición, la cual, como se anunció hace algunos meses en LITERATURA DEL MAÑANA, fue presentada con gran éxito en la feria de Sevilla de este 2010.

Con dos nuevas novelas publicadas este año, “Cuando un cadáver me parte el tacón-vacaciones en Roquetas de Mar” y “Brujería genética”, Skora va consolidando -poco a poco- una faceta literaria de la que carece de limitaciones, presentándose como una de esos nuevos nombres de la literatura que se cosecha cada año en nuestro país.







Copyright:




Fragmento de la novela e imágenes:
©Anna Skora.


Reseña:
©LITERATURA DEL MAÑANA.
Publicado en este blog bajo el consentimiento de la autora:
www.literaturadart.blogspot.com .






1 comentario:

Fran Areni dijo...

Buena reseña y el libro parece muy interesante
arrechuchones

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