El pasado Lunes, 29 de Junio de 2009 un renombrado escritor que publica en la sección de La Vanguardia y habitual colaborador en los programas "Els Matins" de TV3, Antoni Puigverd, publicó un artículo de casi una página intitulado "Decadencia del imperio pop". Si bien desde la muerte del cantante y productor musical muchos han cargado contra él -ya sea por su extraña personalidad en vida o por la gloria adquirida tras largos años de liderar un brazo importante del movimiento pop, profiriendo insultos y recreando la figura de Michael como una caricatura más del Jueves no se le ha rendido el más mínimo respeto. Todo lo contrario, se ha hecho mofa de él en toda ocasión, y no sólo los que claman desde la prensa rosa o aquellos fans más resentidos sino también por prácticamente la mayor parte de medios de comunicación (tanto digitales como en prensa escrita o televisión) de todo el planeta. Y eso fue posible gracias a las antipatías que Michael se granjeó en vida (escándalos sexuales, presunción de varios delitos de pederastia y una particular adicción a los barbitúricos), que hicieron de él objetivo predilecto de aquellos medios que buscan la noticia más jugosa para cubrir portada de revistas y diarios. Mas no lo habíamos visto todo. Aún faltaban muchas cosas por ver, oír y leer. Y así fue. Era un Lunes de finales de Junio de 2009. Me levanté a eso de las 7.30 horas de la mañana. Cogí el coche, llaves en el contacto, encendí el motor y me fui de la casa en la que resido hacia la ciudad donde trabajo. Una vez aparqué el coche en el garaje de un edificio de oficinas que se halla en el centro, me fui a tomar un café solo en un bar situado a un tiro de piedra de mi despacho. Allí veo doblados varios periódicos. De entre ellos cogí "La Vanguardia". Estaba doblada por la mitad y empapada de café por toda la contraportada. No se por qué pero me dio que habría algún artículo o dato de interés. Y mirando, mirando, cuando estaba por la página diecinueve, lo vi. Estaba allí, como por arte de magia. Yo no lo había buscado, pero parecía ser ese tipo de párrafos imantados que te buscan sin parar, y no cesan hasta que dan contigo. Hacía un día y medio de la muerte de Michael Jackson, un asunto muy jugoso... La verdad es que todo el mundo fija su mirada en estas efemérides cuando suceden. Y la de Michael no era una cualquiera. Leí el artículo en poco menos de dos minutos: el título era bastante sugerente. Entonces me di cuenta de que la gloria y el éxito no se salva nadie. Pero la verdad es que no había visto nunca a alguien al que le tuvieran tanto en el punto de mira una vez muerto. Ya no se trataba sólo de la prensa rosa o amarilla, ni tan sólo de medio mundo periodístico. El "terror" se pasaba al sector literario. Siempre había tenido un gran respeto a cualquier colega que se dedica al "poco cotizado deporte" de la crítica, ya sea musical, artística, literaria o cinematográfica, cosa que al acabar de leer ese documento ya no podía continuar pensando igual. Podría definir en varios términos la ignominia y pedantería de dicho escritor pero no es algo que deseo hacer aquí y ahora. Él no tiene la culpa; sólo la tienen aquellos que abogaron por la primacía de la supraobjetividad como método para fundamentar la estética periodística. Una objetividad que, frente a un léxico sencillo, llano y directo utilizado por el autor que hace que la lectura sea muy fácil, queda trasnochado por una lógica demasiado visible que convierte lo que se dice en algo más bien propio de un libro de educación infantil que de una expresión personal de la realidad que quiere siempre sugerir cualquier artículo.
En el artículo, Puigverd cimienta las bases de un "declive de un imperio pop" con una manzana podrida que podría sugerir una metáfora facial de en lo que Michael se había convertido. Medio puntos de vista más propios de una novela de Isaac Asimov -pero sin el sustrato científico que las caracteriza- quiso componer una idea categórica de aquél tópico tan usado hoy en día como es el monopolio musical de Internet. El autor profundiza mucho más en ello y se atreve a decir que el fenómeno que representa hoy día la red, con miles de portales que ofrecen descargas gratuitas y/o bajo precios muy módicos, amenazan la continuidad y existencia de hitos musicales como Michael Jackson. Eso sería como decir que la música se genera en internet y que los músicos no existen. ¿Qué paradoja, no? Puede que Antoni esté preparando una máquina del tiempo para viajar al 1984. Imaginaros, un mundo sin arte, ni artistas, sólo música almacenada...¡da miedo pensarlo!
Seamos realistas. Internet es importante, sí. Es un canal de comunicación de masas pero dista mucho de ser una fuente de ideas ya que la vida está fuera, y siempre lo estará. Internet es un objeto inerte e inexpresivo por sí mismo. ¿O es acaso un módem-fax o incluso un teléfono, ya sea inalámbrico o móvil una herramienta "inteligente"? Lo dudo. En sí no es más que un vehículo de comunicación, un intermediario entre dos o más interlocutores, que somos nosotros desde el mundo real. La red no es más que un cementerio de ideas almacenadas; un gran banco de conocimiento, al que día tras día vamos depositando nuevas ideas. Mas él no las crea, nosotros las creamos. El artista es insustituible. No creer en ello sería negar la propia existencia del arte.
Estas y otras cuestiones podemos discernir del tratamiento inexacto, impreciso y de pocos escrúpulos que mantiene Puigverd en su artículo. Un criterio muy pobre que engloba sólo una vertiente "poco lineal" y muy tendenciosa de abordar la situación cultural que el mundo de hoy nos ofrece.Y todo ello es producto de lo que veníamos contando al principio, aquí visto por el desgaste eidético de escritores como el citado. Escritores que hallan, por medio de ese estilo hiperobjetivo, una forma maquinal de escribir, recreando la farragosidad del periodismo excesivo y convirtiéndose en escritores objeto, carentes de cualquier idea propia.
Es por eso que nos hace creer en algo nuevo y dejarnos de todos los aspectos rancios a la hora de valorar la cultura actual. Una cultura que, a menudo nos parece hasta ajena a nosotros, aunque siempre será algo propio y nuestro. La esencia cultural de la humanidad ciertamente ha cambiado durante el último siglo, pero no lo ha hecho suficientemente. A menudo, como estando por encima de todo creemos poder valorar con un aprobado o suspenso esa cultura actual como vehículo de masas, ente que cada día va cediendo terreno a instrumentos como internet, como muy bien decía Puigverd. Pero de ahí a anular la capacidad de difusión y creatividad dista mucho de ello. Los artistas siempre existirán y serán necesarios, aunque algo sí es cierto, la cultura es algo cada día más distante a la sociedad actual, la cual vive anabolizada por dos drogas duras que la anula día a día más como personas: El trabajo y el dinero. ¿Cambiar eso? No lo vamos a cambiar. Pero cabe decir que esta forma de funcionamiento tiene la vida finita, ya que la excesiva maquinalidad de la gente no obedece al principio fundamental de la humanidad. Más que criticar a fenómenos de masas e iconos musicales que forman parte de nuestra historia moderna como Michael, vale la pena que nos fijemos en el por qué de la situación cultural-artística que vive nuestra sociedad en la actualidad, y la falta de nuevos iconos y fenómenos de masas, tan necesarios como lo es el mismo arte que ellos pueden ofrecernos.
De las imágenes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario