"Be yourself; everybody else is already taken" Oscar Wilde
En la revista TIEMPO salió hace pocos días un reportaje que me impactó. Hablaba del bombardeo indiscriminado con proyectiles de uranio enpobrecido utilizados por las fuerzas aéreas estadounidenses y aliadas en Iraq, en 2004. Concretamente, la acción se situaba en Faluya, una ciudad cercana a Basora, cruelmente castigada durante la guerra. En ella se han detectado casos de mutaciones genéticas entre la población civil. Basora, que tiene un legado cultural de más de siete mil años, situada en medio de lo que los historiadores denominaron como "El creciente fértil", fue la cuna del Califato Abbasí durante más de trescientos años, conservándose multitud de tesoros arqueológicos de lo que en otros tiempos fue el "centro del mundo". Babilonia, Persia, Accad, Sumeria; numerosas civilizaciones se asentaron entre las fronteras de este estado inventado en la primera mitad del siglo XX que se llama Iraq. Una tierra que posee uno de los legados literarios más notables del mundo árabe, con cronistas y traductores de la talla de Salm Abu al-'Ala', primero que tradujo la correspondencia de Aristóteles con Alejandro Magno al árabe.
Asimismo, y con la catalogación en un compendio de todos los libros de Bagdad por el librero Ibn al-Nadim, se originó un interés desmesurado por constituir en "nadims", ensayos o breviarios, de los que se servían para aconsejar o como fuentes de consulta de textos para los Califas y altos funcionarios del estado.
Aparte de muchos textos anónimos como las historias de Simbad o el Antar bin Shaddad que fueron el fruto de la recopilación de la tradición oral, muy arraigada en los comienzos de la literatura árabe, autores (también iraquíes y persas) como Ibn abi Tahir Tayfur o Shams al-din Muhammad ibn Daniyal, y muchos más, gracias a sus tratados humanistas y obras escritas, empezaron a fomentar una literatura árabe de gran riqueza que se ha ido remitiendo hasta nuestros días, con escritores de la talla de Amin Maalouf o Khalil Gibrán, entre otros. Fruto de la colonización durante los siglos XVIII al XIX de numerosos territorios musulmanes por potencias como Inglaterra, Holanda, España o Francia, fue posible que numerosos textos árabes, entre los que destacaron manuales, tratados sobre geografía, historia, matemáticas, se tradujeran del árabe. Pero no fueron solamente estos correlatos académicos lo que buscaron los escritores del Romanticismo y novecentismo europeos sino piezas con las que construir entornos idílicos para sus novelas o sus versos de amor. Asimismo, la literatura épica árabe, las Maqamas (prosa poética) y la poesía amorosa y novelas de ciencia ficción como el cuento futurista de i Awaj bin 'Unaq, que habla de un gigante que viajó a la tierra desde un planeta lejano, inundaron las bibliotecas de los más remilgados y puritanos eruditos occidentales. Un claro ejemplo de ello fue El Conde de Montecristo, una novela con notables influencias arabizantes. Por no hablar de algunos textos literarios hispánicos como la Historia del Abencerraje y la Hermosa Jarifa, entre otros.
Es por ello que me siento muy mal cuando veo esos atropellos cometidos, como no, por los siempre tan ineptos políticos de distintas naciones del mundo. Algo que me sabe muy mal, y mayor todavía, cuando muchos de nosotros hemos bebido alguna vez de la fantasía de los cuentos de Aladino o de las historias de las Mil y Una Noches, sintiendo en nuestro interior aquel romanticismo árabe, la nostalgia embriagadora de lo prohibido; el nexo a la par antagónico, a la par no tan distante del amor-odio entre oriente y occidente.
En la fotografía: Conjunto en el que destacan los pantalones "Harenes" de Dior; donde observamos que los conceptos árabes aún son de rigurosa actualidad en el mercado de la "Haute Coutoure" occidental actual.
Una clara muestra de esa escenificación árabe en nuestros días fue la ambientación fantástica que hacía gala en sus efectos especiales el célebre director de cine Ray Harryhausen, el cual, con su técnica personal más depurada, consiguió elevar el Stop Motion, a una categoría, como algunos críticos han comentado, de arte. En las diferentes películas ambientadas en el mito de Simbad el marino, descubrió una débil frontera entre la realidad y la ficción. Y es que, cuando crees en lo que haces y eres tú mismo, todo puede suceder, como decía Oscar Wilde. No es mi interés ser pragmático o egomaníaco en esta reflexión que he hecho, mas, espero que sirva para algunos para cerciorarse de que no somos tan diferentes los unos de los otros, y es más, si nos respetamos y valoramos mutuamente, podremos complementarnos. Y ello es algo útil, preciso y necesario, ya que en los momentos en que vivimos, pese a esa gran tragedia griega que se imprime cada día y que se llama historia, tenemos que ampliar nuestros derechos, y eso sólo lo entiendo de una manera: Compartiendo; “sharing”.
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