Nuestra habitual colaboradora, la escritora radicada en Buenos Aires, Araceli Otamendi, nos sirve el presente microrrelato, a común término entre la tradición de los relatos de suspense americanos de fines de los ochentas y unos claros visos que se aproximan a la otrora, menos conocida que su lírica, prosa breve que el nicaragüense Ruben Darío cultivara en relatos como "Thanathopia" o "Verónica"; la porteña, aquí dotada de un lamento cáustico que enturbia la imagen de Maupassant sacude, modernamente, una caricatura de lo que Baudelaire hiciera en sus hollados versos.
El filicidio
Madrid, 1933. Noche. Doña Aurora se ata los cordones de los zapatos, acomoda el vestido. En uno de los bolsillos del ancho pollerón guarda la pistola cargada. Se acomoda el pelo y camina por la casa como si nada fuera a ocurrir.
En una de las habitaciones, la más grande y lejos del comedor, Hildegard, la hija de doña Aurora duerme. Ha preparado la conferencia sobre eugenesia que debe pronunciar al día siguiente. Está cansada y duerme. Sin adivinar que su madre, doña Aurora, percibe su respiración unos metros más allá. Hildegard, hija querida, me traicionaste, piensa Aurora mientras calibra en la mano el revólver que disparará minutos después. En mi vientre te engendré, para vengarme del absurdo destino que me negó tantas cosas: posición, apellido, fama, estudios. No tuviste padre, sólo progenitor. Tuve una hija sin ansiar nunca goces sexuales, al sólo efecto de vengarme de la realidad, y ella, que había logrado hacer lo que yo no pude me traiciona así, con un infeliz, un escribiente que trabaja en el despacho de un cagatintas. Apenas abre la puerta del dormitorio, Doña Aurora dispara cerca de la sien de Hildegard, descerrajándole el tiro mortal.
Araceli Otamendi©
LITERATURA DEL MAÑANA©
"Two sisters" (1986).
(relieve escultórico. Medidas: 90x60)
Autor: Josep Cárceles©
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