¿Qué lecturas os seducen más?

sábado, 10 de julio de 2010

La prosa breve de José Ignacio Restrepo



Uno de nuestros más recientes colaboradores, el colombiano José Ignacio Restrepo, nos vuelve a sorprender con un relato que presume de hacer olvidadizo aquel tópico de que “todas las cosas que pasan por nuestra mente, no pueden jamás ocurrir”. Una prueba más de que la realidad puede superar, incluso, a nuestros pensamientos más remotos, o condicionarlos, acotando, paso a paso, nuestros destinos.




Érase una vez un martes

Los otros banquitos también tenían gente, me dije, como si estuviera mirando, entre agotado y distraído, a un montón de gente amoratada y quejumbrosa, y este lugar no fuera más que el fatídico escenario que inspira el discurso de un náufrago, que flota a las 11:36 de la mañana, horas después de que su soñado crucero turístico “de primera clase” se fuera a pique en algo así como 18 minutos, en algún lugar del hermosísimo mar Caribe, entre Martinica y Saint Pi..., Sanpi... ¿Pero a dónde diablos voy? ¡Qué manía de elucubrar!

Las personas que recorrían los alrededores parecían disfrutar de unas sencillas vacaciones. Seguramente, han estado visitando los lugares de la ciudad que son dignos de aparecer en las tarjetas postales, es decir, aquellos sitios representativos de la historia patria o del desarrollo, como este hermoso Portal de la Independencia (¡que vaina esto de las independencias! En todos estos paisitos nos inventamos batallas y héroes, para luego diseñar y construir estos lugares turísticos, en los cuales casi siempre transitan más barrenderos e indigentes que visitantes de otros lugares). Me estaba marchando lejos, elucubrando otra vez. ¡Ah!, sí, las tarjetas postales de los sitios estos, que desde lejos mirarán en una única dimensión nuestros amigos, los que se fueron huyendo de los problemas que nos son propios y fraternales, y también aquellos otros que aunque extranjeros, se convirtieron en nuestros hermanos, en nuestros acompañantes vitalicios, por haber compartido experiencias definitivas, o quizá no tanto, pero si recordadas y amadas... Pensé que sólo habíamos enviado cuatro o cinco tarjetas esta Navidad, casi nada en comparación con las dos docenas que enviábamos hace unos años, seis o siete para “la gente de fuera” ; entonces no estábamos en recesión, no había esta angostura tan espantosa, sí, esa es la palabra, espantosa, terrorífica, pavorosa, espeluznante... Horripilante... Hórrida, que es la forma corta de este vocablo, pero sin embargo la de más difícil recordación. Ha de haber una lista interminable de sustitutivos elocuentes para estos sonoros términos, digo, puesto que el hombre lleva sufriendo y haciendo sufrir ¡¿Cuántos ?! Los años de saber que habla, quiero decir, de saber que lo entienden, unos cincuenta mil con algo, sí, son bastantes interjecciones, maullidos, maldiciones, etc., que asumieron su respectiva forma al alcanzar el hombre mejor control sobre signos y sonidos. Y más entendimiento, para enfrentar el sufrimiento de una manera menos argentina... Quise decir menos estúpida.

Pero bueno, a nosotros tampoco nos enviaron ni una tarjeta, ni siquiera una esquela de medio pez, como dicen por ahí. Y ahora estamos Gloria y yo en la duda de si ésto se deberá a que los otros están más pobres que nosotros, o si fue que... Sería que los recordados de siempre se olvidaron de nosotros, primero que nosotros de ellos. Eso estaría muy mal, ante todo para los propósitos y los sueños medio construidos, que en nuestras evocaciones de medianoche sin hacer el amor y también sin ganas de dormir, aunque al otro día, joder, haya que madrugar más que todos los días de la maldita vida laboral, perdón, decía, sueños en los que como en esas películas con problemas de escenografía y de sonido, aparecemos nosotros y nuestros amigos del extranjero, disfrutando de bellísimos momentos en nuestras futuras vacaciones. Ya Gloria ha tenido la lección, que en ella lamentablemente, debo reconocérselo, no ha producido el escarmiento suficiente para ocasionar el sencillo milagro del aprendizaje, de ver morir una y otra vez, por falta de cuidado, los pequeños pomponios y las altas astromellias, totalmente acrisolados por el sol en sus carísimos materos imitación porcelana, que le regale hace tres navidades. Se supone que uno cultiva la bendita mata, pues, vaya, nunca he visto yo un maldito cactus llevándole a alguien a la cama su desayuno favorito. No, de lo pequeño hacia lo grande, de lo sencillo a lo refinado, y así también, de lo popularcito hacia lo extranjerito, coño, hay que cultivar estas amistades porque si no nunca podremos por lo menos sentarnos en el salón, de noche, para ensoñarnos más o menos aterrizadamente, con un futuro viaje o con el contenido que debiera tener una breve película bien in, un producto cuasi-hollywoodiense de 8 mm bajo la Torre Eiffel o el Arco del Triunfo, mientras Pi... Pierre o alguna de sus nuevas conquisticas nos hace la queridura de filmarnos.

Y entonces, ¿qué postal podríamos enviar, por ejemplo a Pierre, a estas alturas de Marzo? Apenas llegue Gloria debo platicarle de este asunto, no sea que después se convierta en algo prioritario de veras, y como nos suele ocurrir, se nos olvide... Son las 12:05. ¿Qué le habrá pasado a mi mona? Bien dicen los viejos cuando comparan a una primeriza encinta que espera su bebé grandote, con el que esta desocupado: Qué puede hacer, qué función puede desarrollar sin que se vea intervenida o interrumpida por alguno de los requiebros tan propios de ese estado. Y cuan poco sabe de eso mi no tan querido vecino de escritorio Fedo, que en este momento se debe estar encontrando el Archivo Butscher, justamente en medio de su recargada mesa. Fedo, de seguro no esperaba ver ese fardo de informes y proyecciones comerciales allí, pero se asombrará todavía más cuando el jefe le informe esa nueva asignación... Todo, junto, le impedirá el estar desocupado unos quince días.
Gloria no sabe que mi puesto en la oficina pende de un hilo con la nueva administración. Con la belleza de día que está haciendo, debería aprovechar el almuerzo para contarle y así quitarme esta otra preocupación de encima. Porque la posibilidad de vacacionar dentro de uno o dos años, que ahora es remota merced a la incomunicación en que andamos todos, gracias a la reciedumbre de la baja en la economía, entonces sí que sería muy inconcebible. No sólo el descanso a fin de año sino la cotidianidad toda, son impensables sin un empleo formal... Un empleo formal, como el que tengo hace ya nueve años, porque antes fue apuntar y errar, tirar y no darle, ir de acá para allá... ¿Cómo sería eso, carajo? ¿Cómo le hacen cientos de miles de extrabajadores de la rama formal de la economía, alguien llamado Pedro, por ejemplo, digo, para poder imaginármelo mejor, cómo le hará Pedro Quiroga, por ejemplo, que ha perdido su chambita por un forzado plan de retiro, o por la acción nefasta de un recorte presupuestal que causó la desaparición de treinta y tres cargos, entre los cuales estaba el suyo, un quehacer de segundo o tercer nivel, un quehacer como el mío, que en realidad podría desempeñar cualquiera de los otros mandos, un trabajo que ha sido producto de la inflación administrativa de otros años, cuando la idea de burocratizarlo todo iba de la mano con el pensamiento adolescente, ese que todos tuvimos, de que hacer negocios entre amigos daría origen a empresas que durarían para toda la vida... Serían muchos los que volarían con él si se produjera un recorte de esos, lo cual es perfectamente posible en esta época. Bueno, no hay que llegar hasta allá, conversar de eso le dañaría el almuercito a la Mona, y el asunto no es por ese lado. El tema de hoy versará sobre: “Cómo recuperar las amistades medio perdidas del extranjero, enviando tarjetas de Navidad en mitad de Marzo”, estoy casi seguro qu...

-¿Señor...Contreras?
-Sí... ¿Lo conozco?...
-No señor, que lamentable... Es que su esposa, doña Glorita, yo soy compañero de trabajo de ella, bueno, no tanto. Soy el portero... Este... Ella está al otro lado, digo... La arrolló un coche... Me alcanzó a decir que lo buscara a usted aquí...
-¿Perdón?






Copyright:


Relato:
José Ignacio Restrepo©


Introducción:
LITERATURA DEL MAÑANA©


Imagen:
Abi Pap, 2010©


Publicado en este blog bajo el consentimiento del autor:
www.literaturadart.blogspot.com



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